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Desgaste profesional

La Razón
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Se lo conoce como «síndrome del quemado» y huele a desánimo y desaliento. El desgaste profesional, acentuado por el miedo a quedarse en la calle, va en aumento. Cada día más españoles afrontan su trabajo en un estado de agotamiento físico y emocional, provocado por sus propias condiciones laborales, que los limitan y hasta llegan a invalidarlos en algunos casos. ¿Fracaso personal o descalabro social? Las consecuencias de este desgaste saltan a la vista: falta de satisfacción, conflictos personales, absentismo, deficiente productividad... Una realidad de la que no queremos enterarnos, pero que afecta a la calidad de vida y a la salud mental de millones de españoles, además de a la competitividad de nuestra economía. La frustración profesional conduce inevitablemente a actitudes frías en el centro de trabajo; la productividad desciende a medida que crece el distanciamiento entre las personas. Cuando muchas mujeres y hombres están persuadidos de que su trabajo no merece la pena y de que difícilmente pueden cambiar las cosas, además de producirse una disminución de la autoestima, todo se deteriora, tanto para las personas como para la empresa. La pregunta es: ¿por qué, si tiene un coste tan alto, se hace tan poco para prevenir y dar soluciones a este desgaste? No tengo la respuesta. Pero si algo está claro es que por el camino de la deshumanización no llegaremos a ninguna parte. Al contrario, iremos de mal en peor.