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El PSOE en su laberinto por Agustín de Grado

La Razón
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«Lo que tiene que hacer el PSOE es servir a los ciudadanos». «Debemos sintonizar más con la sociedad»... bla, bla bla. Semana de retórica inane en el PSOE. Desde la Tercera Vía de Blair, todos los intentos por actualizar el proyecto socialista han terminado en fracaso. Hollande, última estrella fugaz. En apenas tres meses, ha acabado como Zapatero: arruinando su crédito con políticas liberales que juró rechazar. No es Rubalcaba el problema, aunque también, pues fue pilar de un Gobierno que los españoles tardarán tiempo en olvidar. Es el socialismo mismo quien agoniza sin respuestas propias para la gran cuestión de nuestro tiempo: cómo propiciar el crecimiento económico que garantice la sociedad del bienestar. Ya ni siquiera le alcanza la fortaleza de una marca que otrora monopolizaba las ideas virtuosas (progreso, igualdad, justicia social) y ahora las traiciona cada vez que pasa de las palabras a los hechos. Las arcas vacías obligan a gobernar sobre realidades y, sin dinero, esa política tan socialista de creer que las buenas intenciones tienen el efecto mágico de que todo vaya mejor no alcanza para resolver los problemas. Apartado del poder, el PSOE creyó que el populismo le permitiría acampar a cubierto hasta que la tormenta de esta crisis descomunal escampara. Error. No hay refugio que esconda sus debilidades. El desgaste de Rajoy no revitaliza al PSOE. El populismo es discurso para que IU sume algún voto del izquierdismo trasnochado y propulsor de vías de escape antisistema como el 25-S, pero no ofrece recorrido a quien aspira recuperarse como alternativa de gobierno. Angustiado por el desconcierto de quien ha perdido el momento y la causa, el PSOE prefiere la pancarta al reconocimiento del error y la renovación de un ideario estéril; y la calle, al compromiso nacional. Cree que así saldrá de su laberinto.