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Cultura y derecha
Con la salida de Alicia Moreno del Ayuntamiento de Madrid puede haberse terminado el capítulo del papanatismo de la derecha española en cultura. Nada más lejos que criticar a la hija de Nuria Espert. La señora tendrá las ideas que tenga –que cada uno es libre– pero a mí me ha gustado que pintase con luz morada el edificio de Correos o que abriese los espacios decorativos a Ágatha Ruiz de la Prada y a tantos creadores que han puesto en Madrid árboles de Navidad sorprendentes. Lo que critico es el complejo de cierta derecha, empeñada en arrimarse a la izquierda en cuanto suena la palabra «cultura». Los que tenemos en mente la política de las academias de la Unión Soviética, la persecución de Solzhenitsyn o de las vanguardias, carecemos de esos complejos. Izquierda es sinónimo de estatalismo, órdenes de arriba, consignas obligatorias, subvenciones con morro, obrerismo de pacotilla –con chalet en Menorca–. El arte es todo lo contrario. El arte es libertad. Amamos de los grandes artistas justo la capacidad de abrirnos horizontes, de desafiar al poder, de sobrevivir con lo puesto con tal de gritar en soledad. En realidad, la administración y la cultura son casi entes antitéticos, es verdad, pero si el poder aspira a servir en algo al arte, tiene que resignarse a ser zaherido por él. Recordemos esas batallas entre Julio II y Miguel Ángel. No sé qué es peor, si pretender hacer cultura «de derechas» o colaborar con la «cultura de izquierdas» para que no te moleste. En el fondo, ambas cosas son fruto de la convicción de que la cultura debe estar al servicio de la política. Sugiero a Ana Botella la posibilidad de volverse a la creación misma, la que nace de la sociedad y no de los partidos. Sólo la ideología puede explicar que la Navidad tan bella de Madrid haya tenido que enfrentarse a las tradiciones sencillas de la gente, por ejemplo. Madrid ha desarrollado una alergia a los iconos cristianos comparable a los intentos en la RDA de sustituir a Papá Noel por el «anciano del invierno» o las Navidades por las «fiestas invernales». La cabalgata de Reyes se ha convertido en una mezcla de «alianza de las civilizaciones» con el mercado internacional. Los adornos de las calles parecen los de Río de Janeiro en Carnaval. Un amigo me dice que no sé qué prócer le ha felicitado «el solsticio de Invierno» este año, contagiado por el clima local. No sé, a lo mejor puedo sugerir el talento de Marc Chagall o el modernismo de Gaudí como ejemplos reales de que la curiosidad del hombre por el Misterio no está reñida con la modernidad ni la inteligencia. A lo mejor aparecen ahora espacios bellos que no espanten necesariamente a los camellos y los ángeles. Nunca se sabe. Una mujer como alcaldesa puede encabezar una revolución.
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