Valencia
Francisco Brines: «La poesía educa la sensibilidad para vivir»
Poeta elegíaco. Poeta sensual. Poeta reflexivo y referente de realismo meditativo. Francisco Brines ganó ayer el XIX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y los elogios acabaron con los adjetivos admirativos y todas las posibles clasificaciones. La votación, según reveló el propio jurado, no fue unánime y sí muy «reñida». Pero nadie quedó descontento. Es miembro «tardío» de la llamada generación del 50, según el escritor José Manuel Caballero Bonald, que participó en las votaciones y que aprovechó la ocasión para introducir un guiño humorístico en el solemne acto del fallo: «Llegó después que Barral, que Goytisolo, Gil de Biedma o Ángel González. Yo he estado bastante cerca de él. Más que nada porque yo vivo en el número 3 de una calle y él en el cinco de esa misma dirección».
Un nombre referencialTocaba español este año. Y con otros candidatos españoles se retó su nombre. Premio Adonais en 1959 por «Las brasas»; Premio de la Crítica en 1966 por «Palabras a la oscuridad»; Premio Nacional de Poesía en 1987 por «El otoño de las rosas», y Premio Nacional de las Letras Españoles, en 1999, Francisco Brines (Valencia, 1932) es uno de los poetas referenciales para las generaciones posteriores. Ayer participaba en unas veladas poéticas en Segovia. «El eco de la poesía es de orden espiritual y anímico. La poesía hace que uno viva la vida con más intensidad», señaló el autor en declaraciones a Efe. «Hay que vivir la vida con intensidad, teniendo en cuenta que la vida es gozo y es dolor; y la poesía educa la sensibilidad para vivir el gozo con mucha más intensidad y para vivir el dolor con mucha más nobleza, porque el dolor no tiene por qué ser negativo», subrayó posteriormente. Según remarcó el poeta y crítico Jaime Siles, «Brines es un poeta que ha abordado el conficto del yo con la política, la sociedad, el erotismo y la religión». Indicó que su tema «es el tiempo, la representación del mismo. Es un autor moral, sereno, que recupera la herencia quevediana, unamuniana y senequista de la tradición literaria española». Ante el homenaje de estas palabras, Brines dijo que este premio es una manera de que el poeta comprenda «el eco» de su poesía. Un trabajo que todavía le resulta «mágico y sorprendente» y que él describió así: «Ante el papel en blanco, tengo la misma emoción de saber qué es lo que quedará allí escrito, porque uno no tiene el poema escrito ni pensado previamente, sino que lo que tiene es una emoción, que se tiene que desvelar por medio de la palabra». El resultado es lo que él ha llamado «sorpresa»: «El poeta es el actor del poema y su primer lector, por eso tiene el sufrimiento del autor». Brines admite que «el papel en el que uno escribe hace de espejo. Muchas cosas que somos y nos importan, no aparecen nunca, no porque las ocultemos, sino porque no es tema de la poesía. Otras cosas que desconocemos de nosotros las conocemos por las palabras que escribimos y las que escriben otros. Es más lo que nos acerca a los hombres, que lo que nos distancia».
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