México
La prueba de fuego: acoger a los voluntarios
Ayer empezaron a llegar a Madrid los voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud que llegan de otras ciudades y del extranjero. Son 1.500 jóvenes. Hay dos chicas por cada chico, 700 son españoles y 800 extranjeros, con un importante contingente de polacos. Durante dos semanas dormirán, desayunarán y comerán en Ifema
Cenarán fuera, usando los vales que se aceptan en 1.850 locales de la ciudad. Pero no se puede trasnochar: a las once de la noche se cierra Ifema. Las condiciones son austeras: duchas prestadas por el Ejército y esterillas para acostarse en el suelo desnudo, en los mismos pabellones que durante el año acogen ferias de lujo o mullidos textiles para el hogar. Su llegada ayer fue el primer choque entre los planes organizativos y la vida real, la «prueba del algodón», el primer caso en que se entregan mochilas y se aloja a visitantes extranjeros. «Se ponen a la fila, se registran, se comprueban sus datos, se les da el bono de transporte, el catecismo, la guía, la mochila y se los aloja en el pabellón», explica José Armada, director de voluntarios.
«Nos sirve de entrenamiento, porque el día 15 llegan a Ifema 80.000 peregrinos, los que se alojan en casas de amigos o parientes y pasan por aquí a por la mochila del peregrino». Armada apunta que «toda la JMJ se basa en los voluntarios. Los internacionales ayudarán en los puntos de información, llevarán a sus alojamientos a los peregrinos o colaborarán en el servicio de orden». Le preguntamos a Kuba, un joven de 19 años de Mikotow, Polonia, si ha recibido instrucciones sobre cómo reaccionar si alguien los insulta o ofende. «Sí, claro, nos han dicho que hemos de sonreír, mantenernos tranquilos y ser amables», responde. El madrileño Ignacio Pérez, técnico de laboratorio y voluntario de apoyo sanitario, concreta más: «Si te encaras con un agresor te pueden quitar el peto de voluntario». El papel de los sanitarios como Ignacio, equipados con vendas, gasas y otros materiales, es discernir qué casos sanitarios son urgentes y cuáles no, «para no saturar los servicios de salud». Le comentamos que en la JMJ de Sídney 190 personas fueron atendidas de esguinces, insolaciones, torceduras y asma. «Me parece poca gente... Hoy, en una mañana, ya hemos tratado siete personas por el calor, casi todos de Polonia o países del norte. Para eso están las gorras en las mochilas», nos comenta. A su lado pasan unas polacas de pantalones cortísimos y piernas blanquísimas: es el primer test de contacto entre nuestro sol y los peregrinos del norte.
Desde México y el Caribe
Ana Lucía Mora, de 26 años, mexicana de Morelia, es la responsable de los 70 voluntarios de México, Guatemala y República Dominicana. «Los recojo en el aeropuerto y los distribuyo en sus tareas». Es ingeniera bioquímica, trabaja en una fábrica de alimentos, da clases de Química y colabora en la asociación Soñar Despierto, ligada al movimiento Regnum Christi. Lleva varios meses en España ayudando en la organización. «Me extraña el extremismo que hay en este país contra la religión», comenta.
A media tarde no se conoce aún el horario de duchas oficial, pero en la zona de chicas se secan el pelo las polacas Beata, de 23 años, y Úrsula, de 20. «Pensé que en vez de limitarme a venir a ver al Papa, podía hacerlo ayudando a otros como voluntaria», explica Beata. Úrsula admite que se hizo voluntaria para poder estar unos días más en España, «ver más cosas y conocer más gente», dice.
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