Lérida

Montilla y las uvas

La Razón
La RazónLa Razón

El anuncio de Montilla, en plena campaña de las autonómicas catalanas, de que no va a presentarse a las elecciones siguientes, suena raro. No suena al discurso de la generosa renuncia política sino al de la zorra y las uvas.
Curiosa generosidad la de renunciar a un poder que no le va a otorgar nadie. Curioso anticipo el de despedirse de las elecciones del 2014 y de un electorado que no le va a votar siquiera en las del 2010. Curioso modo de intentar recuperar el voto perdido: advirtiendo de que sólo lo pide por esta vez y que no se va a volver a repetir.
Montilla no es generoso, pero sí modesto y original. ¿Puede haber algo más humilde y revolucionario que esa manera de pedir el voto a los catalanes asegurándoles que sólo es una vez más y sin que sirva de precedente? La verdad es que eso no es pedir el voto, sino pedir un favor. Equivale a asumir que se es una carga.
Ayer Montilla estuvo en Lérida con Zapatero, el hombre que le ha colocado ante «las uvas de la ira» de un electorado descontento, tanto por sus carencias como por sus excesos nacionalistas. Una situación existencial imposible. Como la de hacer un valor político y un anzuelo electoral de la futura autodesaparición. Y es que el votante puede llegar a pensar: «¿Y por qué no ahora?».