Andalucía
30 años (y ni un día más) de alcalde
La victoria desbordante del PP en las últimas elecciones municipales acaba con ediles del PSOE e IU que llevaban en el cargo «toda la vida»
Los alcaldes no dan crédito. Acostumbrados al trono municipal durante décadas, la victoria del PP ha dejado a muchos en el aire. Sorpresa es poco. Un vendaval de votos populares, inesperado para muchos, ha teñido de azul el mapa político español. El triunfo desbordante del centro-derecha en las elecciones municipales del 22 de mayo dejó apenas unas manchas rojas, correspondientes al PSOE o independientes, en un mapa completamente azul.
Decenas de alcaldías socialistas e izquierdistas han desaparecido. Tsunami, lo califican los derrotados. Algunos regidores sumaban más de tres y cuatro legislaturas en sus ayuntamientos, sobre todo en Andalucía. Es el caso de José Antonio Barroso, alcalde de Izquierda Unida en Puerto Real (Cádiz), con más de 30 años en el cargo («el único que hemos conocido», bromean sus vecinos). El veterano Juan Antonio Millán (PSOE), en Cartaya (Huelva), sumó 20 años y muchas conquistas sociales como la primera contratación de mano de obra en origen para el desarrollo de la agricultura onubense o el inicio del auge turístico que vive el municipio. Pero no le ha servido esta vez. La socialista María Dolores Muñoz lamenta que su municipio, Pulpí (9.000 habitantes, Almería), donde nunca gobernó otro partido que el PSOE, haya fracasado «por los pelos». Tras cuatro años de teniente de alcalde y 12 de alcaldesa, perdió el ayuntamiento por sólo 190 votos. El premio, cómo no, para el PP.
Los acomodados alcaldes hacen estos días las maletas sin saber muy bien adónde se dirigen. Ni por qué. Esperaban una victoria del PP, sí, pero no los peores resultados socialistas de la historia. Los que se marchan achacan la pérdida de su reino municipal a varios factores: la crisis económica, un cambio de ciclo, un desgaste de su propia política y, sin usarlo abiertamente como excusa, una mala gestión del Gobierno central, en concreto del gran vencido, Rodríguez Zapatero. Como las fichas de dominó: cayó la principal, cayeron todas. Los entrevistados, sin embargo, por lealtad o por respeto, acusan al presidente con la boca pequeña, disculpándole o cambiando de tema.
El ex regidor de Puerto Real José Luis Barroso (1952), gaditano de pura cepa, explica entre risas que «bueno o malo» él es «el único alcalde que la mayor parte del pueblo ha conocido». Lleva «toda la vida» en el Ayuntamiento. Se enorgullece de haber sido condenado por injurias al Rey de España. Entre decenas de anécdotas sobre Fidel Castro, al que conoce personalmente, y su «apasionada confianza» hacia Hugo Chávez, Barroso se declara «comunista, antimonárquico y republicano». Nunca pasa desapercibido. Piensa y habla rápido. «He ganado ocho convocatorias seguidas. Unas con mayoría absolutísima, otras con mayoría absoluta y otras con mayoría relativa», afirma. «Esta vez hemos perdido estrepitosamente», reconoce de plano. ¿Por qué? «Pues porque la gente ya no me quiere de alcalde, así de fácil». A los 26 años dejó los Astilleros de Cádiz, donde era obrero metalúrgico, y se convirtió en alcalde. «Yo soy militante de verdad, un animal político. No estoy aquí por mí, sino porque creo en un cambio. Muchos padecen institucionalitis aguda, usan las instituciones para medrar, pero yo no».
Barroso asegura que la Asociación de Derechos Humanos gaditana ha catalogado Puerto Real como el municipio donde el nivel de pobreza y exclusión social es el más bajo de la provincia de Cádiz. «Siempre he sido un verso suelto, pero he hecho cosas bien», sostiene entre alusiones al Che Guevara. Sobre qué hará a partir de ahora, tampoco se anda con rodeos: «Pues ir al paro y cobrar 1.000 euros, como todo el mundo». Así de claro. «Vuelvo a la política del día a día, sin limitaciones, seguiré luchando por un mundo mejor, donde haya igualdad, solidaridad,… un socialismo con mayúsculas y no eso que hace el PSOE».
Un castigo, y punto
La alcaldesa de Pulpí, María Dolores Muñoz, de 52 años, entró en política a los 35, al dejar la empresa de manipulación de productos agrícolas para la que trabajaba. Desde entonces cosechó tres mayorías absolutas. Todas seguidas. «Me ha sentado mal perder, pero, con la que ha caído, no hemos salido tan mal parados», admite con cierta tristeza. «Me llena de satisfacción todo lo que he hecho por mi pueblo», añade por teléfono desde el municipio almeriense. El PSOE ha logrado 6 concejales; el PP, 7. «Sí, la marea azul ha arrasado, ¿para qué negarlo?». Sobre las causas, coincide en la esencial: la crisis. «Circunstancias como las que hemos vivido los socialistas son muy duras. Zapatero ha tenido que tomar medidas que sé, porque le conozco, que le han dolido mucho». Según la alcaldesa, los ciudadanos han entendido que debían emitir un «voto de castigo» y así lo han hecho en toda España. Uno de sus logros, recuerda orgullosa, fue la construcción de una residencia de ancianos. Esta semana se celebró allí una fiesta rociera y esos rostros, ilusionados, reconfortaron a la hasta ahora líder municipal. ¿Y a partir de mañana? «Pues haré una oposición responsable, no como la que hicieron ellos. Me encargaré de que cumplan esas promesas (a veces imposibles) que han hecho a los jóvenes, sobre todo vivienda y trabajo».
El socialista Juan Antonio Millán, que ya cumple 70 años, pasó más de 20 gobernando Cartaya (18.000 habitantes). Desde el Ayuntamiento, situado en la plaza del municipio onubense, reflexiona sobre el fin de un ciclo. ¿Por qué ha perdido las elecciones? «El desempleo influye de forma notable. El parado, como es normal, busca trabajo y otros partidos se han encargado de prometerlo durante la campaña de forma demagógica. Cartaya depende de la construcción, la agricultura y el turismo. La belleza de playas de la zona, como El Portil, La Flecha o El Rompido, atrajo a cientos de turistas durante años. Pero ahora, aunque acuden más, se construye menos. O nada. La crisis económica, Millán no lo duda, es causa atribuible a la victoria del grupo independiente, liderado por un ex socialista, Juan Miguel Polo, que pactará con el PP para gobernar. Sobre un posible voto de castigo, Millán se resiste: «No sé si lo llamaría así, pero algo influye, obviamente, el comportamiento socialista a nivel nacional». El alcalde acusa también al desgaste del puesto, que va generando, «se quiera o no», filias y fobias entre los vecinos. «En 20 años no se puede contentar a todos todo el tiempo. Algunas decisiones, tomadas por el interés general, benefician a unos y perjudican a otros». No cabe duda. Millán no ganó «ni un solo céntimo» por su trabajo como alcalde. Tampoco de fundaciones ni en la Federación Andaluza de Municipios. «Estoy orgulloso de ello», enfatiza. Todos sabían en Cartaya que las puertas del Ayuntamiento estaban abiertas todos los días a las seis y media. Y Millán en pie de guerra. Durante su Gobierno, se ganó el respeto de sectores de población divergentes, desde políticos de cualquier ideología hasta trabajadores marroquíes legalizados, que fueron de los primeros en llamar al alcalde para lamentar su salida del consistorio. ¿Qué hará ahora? «Pues trabajar desde la oposición. Hasta que las fuerzas aguanten». La marea azul ha cambiado la vida de muchos. Los nuevos alcaldes ocupan ya los viejos tronos.
Por amor al cargo
Otros miembros del PSOE, sin embargo, como Pedro Castro, alcalde de Getafe desde 1983, aún esperan el milagro. El partido UPyD, con dos concejales, tiene la llave del gobierno en la localidad madrileña. Los de Rosa Díez tienen que decidir si dejan gobernar a Castro (9 ediles) en coalición con IU (4) o si optan por el PP (12), incluso por otro alcaldable socialista. «El partido no está perdido. Todavía hay que jugar», declaró el regidor la misma noche de las elecciones. Demasiados años en el cargo, en concreto 28. «Aún tiene la esperanza de poder quedarse», confirma su entorno más cercano. Dicen que el poder es adictivo. A la espera de acuerdos, sentenció Castro, «nadie puede proclamarse campeón». Desde el Ayuntamiento de Getafe aseguran que no abandonará la política, «ni mucho menos».
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