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El poder

La Razón
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¿Qué tendrá el poder cuando nadie lo suelta? Incluso, cuando está en declive y las circunstancias hacen su sabor amargo, muchos se aferran a él como la única tabla de salvación. Nos afanamos por conseguir una parcela de poder que, a la postre, es pan para hoy y hambre para mañana. Casos, por ejemplo, de Berlusconi, hombre muy rico, quien, en lugar de retirarse a disfrutar de la vida, de la que mucho no le queda, ha enredado todo lo que ha podido. Papandréu, con una situación económica y social dramática y un país levantado contra él, se ha marchado obligado por la situación. Nuestro presidente en funciones, quien hace un año (por lo menos) debía saber que nuestra situación iba de mal en peor y que retrasó todo lo que pudo la convocatoria de elecciones y ha perjudicado enormemente las perspectivas de recuperación de España. Nos afanamos por conseguir parcelas de poder que no nos enriquecen: en la empresa, en la universidad, en la política, en la Iglesia… y la vida se pasa en un suspiro. Los clásicos decían «sic transit gloria mundi». En el camino, perdemos personas queridas, porque se nos mueren, sin haberles dicho lo suficiente que las queríamos. Y, sin morirse, por dejadez, dejamos de llamar a amigos con la excusa de que estamos liados, que tenemos mucho trabajo, que cogemos el teléfono para llamar, pero algo nos distrae, en fin, excusas de mal pagador. Nos afanamos en tareas que pueden darnos poder o riqueza, pero que jamás nos podremos llevar a la tumba. Sin embargo, el amor y el respeto que demos y recibamos hará con nosotros el último viaje. Todavía estamos a tiempo.