Asturias

El hijo predilecto

La Razón
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En 1977, con la Ley de Amnistía, los ilusos creímos que los rencores y las heridas de la Guerra Civil iniciaban un proceso de cicatrización. Aquel apretón de manos de Fraga y Sánchez-Montero en el Congreso; aquella inolvidable intervención parlamentaria del dirigente socialista José Prat; todas eran buenas noticias de reencuentro y tolerancia. Carrillo, que fue el mayor defensor de esa Ley de Amnistía –y era lógica su defensa y su prisa–, se convirtió en un personaje clave de la transición política. Como Fraga, como tantos otros con el Rey a la cabeza. En los últimos años, Carrillo ha vuelto a las andadas y se ha convertido, de nuevo, en el portavoz siniestro de la herida putrefacta. La cabra tira al monte, y cada uno es como ha sido, sin vuelta de hoja.

Pero una cosa es el perdón y la amnistía y otra muy diferente el homenaje. No me extraña en absoluto que el socialismo asturiano, y en concreto, el municipal de Gijón, distinga a Carrillo con el nombramiento de Hijo Predilecto de aquella ciudad. El socialismo y Carrillo llevaron en un tiempo vidas paralelas y complementarias. Para una parte de la Izquierda española, asesinar a la gente de derechas masivamente carece de importancia. Lo que me produce estupor es que piensen lo mismo los concejales del Partido Popular. Sólo dos ediles abandonaron el salón de plenos avergonzados por el espectáculo. Pablo González y Dorinda García, curiosamente partidarios de Francisco Álvarez Cascos. La portavoz y presidenta del PP de Gijón, Pilar Fernández Pardo, felicitó efusivamente a Santiago Carrillo, porque es muy buena, muy moderna y muy suya. O así lo presupongo, porque no la conozco, y a decir verdad, tampoco lo deseo. Doña Pilar pertenece al grupo que va a perder las elecciones en Asturias con la aprobación del Partido Popular.

Escribí, y lo repito, que bienvenido el perdón y la amnistía, pero el homenaje a Carrillo se me antoja soez. La Historia, cuando es mala, se olvida, pero no se premia con el paso del tiempo. Con toda modestia, yo le recomendaría a Pilar Fernández Pardo que, aprovechando una de sus visitas a Madrid, alquile un taxi y visite Paracuellos del Jarama. Se encontrará con un cementerio, un camposanto bien cuidado, y siempre florido. A unos metros bajo tierra están las fosas comunes que guardan los restos de cinco mil españoles asesinados por el Frente Popular. Esa realidad puede perdonarse, pero no se premia. Se han escrito decenas de miles de páginas de los fusilamientos masivos, del genocidio de Paracuellos. Y es curioso que tanto los historiadores de la derecha como de la izquierda coinciden en responsabilizar de aquella matanza –niños incluidos por ser hijos de militares– a quien la señora Fernández Pardo homenajea y felicita. Ningún familiar de los cinco mil asesinados ha intentado vengarse de Carrillo, pero de ahí a sentirse satisfechos con su homenaje, media un largo trecho marcado por el dolor y la tristeza. Lo ha dicho, con desparpajo, la alcaldesa socialista de Gijón, Paz Fernández Felgueroso. «A Carrillo se le reconoce su calidad personal y el ejemplo de una larga vida en la que ha mantenido con coherencia sus ideas y la búsqueda de un país mejor, más libre y más justo para todos». Me figuro que la alcaldesa de Gijón habrá querido decir que más justo para todos menos para cinco mil personas, todas ellas asesinadas en las frías madrugadas del otoño de 1936, con el beneplácito del Hijo Predilecto de Gijón. Enhorabuena a las Fernández. A la Pardo y a la Felgueroso.