Egipto
ANÁLISIS: El turno de Yemen por Manuel Coma
La primavera árabe está resultando ser o los de siempre o los islamistas no se sabe hasta qué punto moderados, si es que en alguna medida lo han sido, o bien un mezcla inestable de ambos, como en Egipto.
Yemen, en la esquina Sudoriental de la península arábiga, es un extraño terreno para el arraigo de las semillas modernizadoras. En el más lejano extremo del mundo árabe, no sólo no tiene petróleo sino que se está quedando sin agua para dar de beber a todos sus habitantes, los cuales siguen viéndose a sí mismos ante todo como miembros de una tribu. Casi lo único que los sitúa en el mapa, o, al menos, de vez en cuando, en la primera plana de los periódicos, es la potencia de su filial de Al-Qaida. Este país, producto de la unión de dos mitades siempre al borde de volver a separarse, es de nuevo noticia porque tras Túnez, Marruecos y Egipto va a someter a la prueba de las urnas el destino del atormentado año que lleva viviendo, proporcionándonos un nuevo atisbo de lo que nos reserva la convulsa primavera política e ideológica.
Si el de primavera es un nombre inapropiado también lo es el de elecciones. No hay entre qué elegir, como no sea votar o no votar, refrendar el único candidato o hacerlo en blanco. Sin embargo los yemeníes ven el proceso con alivio. Es el paso necesario para deshacerse del dictador de más de treinta años, que lleva meses aferrándose desesperadamente a la poltrona, por más que no sólo los manifestantes contenidos a tiros en ocasiones, sino sus propios colegas, los monarcas saudíes y emires del Golfo, no han cesado de empujarlo hacia afuera, no precisamente por fervor revolucionario, sino para evitar males mayores que terminaran salpicándolos a ellos. Si todo sale como se prevé, a Saleh le sustituirá su vicepresidente Hadi, que tendrá como principal cometido sacar adelante una nueva constitución –no es que la vieja se aplicase- y convocar elecciones, se supone que de verdad, en dos años. El premio para la oposición por entrar en el juego es la mitad de los puestos ministeriales y una investigación sobre los excesos represivos.
La llamada "comunidad internacional"ha hecho considerables inversiones para que todo salga lo mejor posible, pero el terreno es cualquier cosa menos propicio. Nadie apuesta fuerte ni siquiera por la unidad del país.
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