Artistas

Nosotros los de agosto

La Razón
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No envidio a nadie tanto como a los que en los últimos días de vacaciones andan pidiendo por las esquinas la metadona del trabajo.
– ¿Qué, cómo andas?
–Deseando ya incorporarme...
A uno, que es del remplazo de los que ya no les tocó hacer la mili, la dichosa incorporación siempre le ha sonado a disciplina castrense, a rancho aparte, a verde caqui. Está de moda la vitola del currelo intensivo –marquémonos un tedeum los que seguimos pagando la luz y el agua en estos tiempos de paro africano–, pero seamos sinceros, no hay nada como unas vacaciones a pata suelta, con varios billetes de avión en el bolsillo y con una pila de libros esperándote sin cronómetro y oliendo, pongamos por caso, a hojaldre crujiente, como recién salido de un horno de piedra.
El jet lag vacacional es más intenso que el que produce un Madrid-Caracas o un Londres-México Distrito Federal. No es fácil aterrizar de pronto y porrazo –que dicen en mi pueblo– en el mundo de las candidaturas y las primarias socialistas, el encaje de bolillos de los próximos Presupuestos, el deslinde de Doñana y las aulas-caracolas. No menciono, sin embargo, la reapertura del Palacio de San Telmo, con sus cinco años de obras y sus casi 50 millones de euros, porque eso sí que tiene calambre literario y carbón tragicómico.
Sin ser amante de las tesis freudianas, creo que los sueños tienen que ver con los desvelos. Quiero decir con los desvelos antes de coger la almohada. Al torero Andrés Vázquez, que trotó de tapia en tapia hasta vestirse de luces, le escuché contar con gracia baturra que en los pajares de las fincas solía soñar que las pulgas y los chinches lo sacaban a hombros. El que bosqueja estas líneas lleva varios días levantándose de la cama como un fugitivo, escapando de sueños en los que le persiguen extraños animalejos. Será que ya está aquí septiembre y en la bocamanga se le adivinan las elecciones municipales, los mítines y toda la trompetería de Jericó a cuestas. Nosotros, los de agosto, ya no somos los mismos.