Cataluña
Estropicio municipal por Eduard Escartín
La maldición que persigue a las autoridades barcelonesas les impele a no hacer lo necesario y a sacarse de la manga soluciones rocambolescas para problemas imaginarios, creando nuevos conflictos.
El alcalde Trias y su equipo no escapan al hado funesto: inoperancia ante la invasión ciclista de las aceras, elucubraciones sobre el tranvía por el centro de la ciudad y montar el estropicio de la Sagrada Familia.
Para alejar los autocares del templo –que está flanqueado por dos plazas con perfecto espacio para aparcar, descargar a los visitantes y pasar a recogerlos luego– se ha ordenado que los vehículos no pasen de la calle Valencia por el sur y calle Provenza por el norte, prohibiéndoles el acceso a los alrededores de la obra inclonclusa de Gaudí.
En consecuencia, miles de turistas subiendo cuesta arriba por Marina y Cerdeña hasta Mallorca, y luego vuelta abajo. Para llevar a cabo todo esto, se ha cortado el arbolado y se han ampliado las esquinas. Pero el flujo humano tiene que pasar por las mencionadas calles, llenas de terrazas, de bares y restaurantes y de motos aparcadas, con lo que apenas disponen de unos tres metros de ancho en la mayor parte del recorrido.
O sea, que para despejar la calzada, hemos invadido las aceras y perjudicamos a los visitantes de la basílica que llegan o regresan deshidratados al tener que ir a unos aparcamientos en la Diagonal o en cualquier otra esquina no preparada para este trasiego.
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