Historia

Barcelona

«Aún dormimos con miedo»

El Vallès rememora con dolor la trágica riada que arrasó con todo hace ahora medio siglo

Se puede ver la fuerza del agua que no dudó en arrasarlo todo a su paso, como puentes, viviendas o personas
Se puede ver la fuerza del agua que no dudó en arrasarlo todo a su paso, como puentes, viviendas o personaslarazon

BARCELONA– «Aún por las noches dormimos con miedo». Medio siglo después, Pablo Gómez, a sus 76 años, recuerda de esta manera el legado dejado por las riadas que se cebaron con el Vallès hace ahora medio siglo. El 25 de septiembre de 1962 el agua arrasó con todo, con especial fuerza y violencia en Sabadell, Terrassa y Rubí, provocando una tragedia de consecuencias devastadoras. El crecimiento de los afluentes del Besòs y el Llobregat, de noche y por sorpresa, dejó oficialmente más de 800 muertos, aunque siempre se ha sospechado que el número de víctimas fue mucho mayor. Hubo que sumar numerosas viviendas destruidas y una industria textil prácticamente deshecha por los 223 litros por metro cuadrado que cayeron entre las 20.00 horas y la medianoche de una fecha que marcó la vida del Vallès.

Para entender mejor aquella tragedia, hay que conocer la Terrassa de aquella época, una ciudad que vio crecer su población en los años 50 gracias a la llegada de mano de obra para sus fábricas, sobre todo del sector textil. Entre 1955 y 1975, pasaron de 44.000 habitantes a 160.000. El periodista local Jaume Valls, autor del libro «La riuada de 1962», explica a LA RAZÓN que «la gente no podía ganarse la vida en el sur. Por eso vinieron muchos aquí y se triplica el número de habitantes. Al régimen de Franco le interesaba que esto fuera de esta manera porque formaba parte de su plan de desarrollo. Sin embargo, las condiciones laborales eran pésimas. Estaban mal pagados y no contaban con servicios, ni escuelas». Los nuevos habitantes empezaron a instalarse en terrenos ubicados a muy pocos metros de la riera, en su mismo lecho, vendidos por especuladores sin escrúpulos. Tanto Valls como Gómez coinciden al afirmar que ahí está el origen de la tragedia. «Si esos desaprensivos vendían esas tierras es porque se les dejaba desde el Ayuntamiento», sostiene Gómez. El resultado de todo aquello fue un conjunto de edificaciones, en ocasiones muy frágiles, que eran construidas por esos nuevos vecinos a la salida del trabajo en la fábrica. Algunos habitantes de la zona se ganaban un dinero extra sacando y vendiendo arena de la riera.

El 25 de septiembre de 1962, la predicción meteorológica de «La Vanguardia» hablaba de la continuación del «régimen de inestabilidad meteorológica en toda la península, con chubascos o tormentas distribuidos irregularmente». Se afirmaba que continuaría «el cielo encapotado» tras una jornada de lluvias en el norte o centro peninsular. Pero las previsiones no se ajustaron totalmente a la realidad. A media tarde, mientras en Barcelona se confiaba que las nubes no aguarían las fiestas de la Mercè y el IV Festival de la Canción Mediterránea, empezó a llover con intensidad en Sabadell, Terrassa y Rubí. El escaso caudal del río Ripoll –afluente del Besós–, a su paso por Sabadell, empezó a aumentar, creciendo entre 4 y 6 metros, para pasar a arrasar con todo lo que encontraba a su paso. La gente pensaba que la cosa no iría a más y algunos marcharon a sus casas a dormir. La llegada de la noche y los cortes de luz fueron aliados mortales de la catástrofe.

En la riera de Les Arenes, en Terrassa, con numerosas casas construidas, la situación fue un caos. «Nos organizamos como pudimos, con cuerdas, en un terreno que estaba totalmente oscuro, sin luz», rememora Gómez, quien aún se acuerda de entrar en una casa a punto de ser destruidas por el agua y encontrar una pareja de ancianos muertos y abrazados en su cama. «A los meses de la riada, los soldados del Ejército que vinieron a ayudar seguían encontrando cuerpos. Aquello fue muy duro, una tragedia que ,como siempre, tocó a los mismos, a los débiles», afirma.

La ciudad de Terrassa se volcó con las víctimas. Valls apunta que «la alarma hizo que la población se lanzara al rescate. Quedaron miles de personas sin nada, siendo muchos acogidos en parroquias o fábricas. Floreció un sentido de unidad, algo que demostró un voluntariado altísimo. El régimen en aquella época no tenía nada y al cabo de dos días vino el Ejército». Solamente en Terrassa fallecieron 327 personas. «Un grupo de voluntarios, llamados la "Brigada de la Muerte", se encargó del trabajo más duro, el del cementerio, fotografiando los cadáveres para que pudieran ser identificados e inyectándoles formol para su conservación. Fue un proceso muy pesado», dice Valls. Pocos días después se llevó a cabo un gran entierro colectivo al que acudieron unas 25.000 personas.

Las ayudas económicas no estuvieron a la altura de lo esperado. Tanto Valls como Gómez coinciden en que las ayudas no se repartieron bien y que volvió a surgir la picaresca de mucho. En este sentido recuerdan que el alcalde la época en Terrassa, Josep Clapés, viajó por alguna ciudad europea con su mujer y su hija para dar las gracias por las ayudas. El mismo Franco viajó hasta las zonas afectadas y realizó un consejo de ministros extraordinario en el Palacio de Pedralbes para hablar del tema. Allí se reunió con los industriales afectados y prometió una serie de créditos y ayudas a fondo perdido. «Después del paso de Franco, se dejó de hablar de los muertos», apunta Valls.

Movimiento solidario
Exposiciones, publicaciones y conciertos recuerdan estos días la efeméride, subrayando el gran movimiento solidario y vecinal que funcionó a la perfección en esos días. Pero para Pablo Gómez hay algo que queda por hacer y es evitar que aquello vuelva a repetirse. «Me preocupa que ahora la riera se haya convertido en un bosque. Esto es algo muy serio que hay que limpiar y mantener. Habría sido bueno que con el aniversario se hubiera destinado una partida a cortar los árboles para que los cauces queden abiertos. Cuanto más limpia esté la riera, más seguro estaremos», concluye este testimonio.