Castilla-La Mancha

Intereses ocultos

La Razón
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Llamar corrupto al presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, además de infamia, es una injusticia, como así lo aclaran quienes más le conocen, los valencianos, otorgándole cada día más confianza. La última encuesta le concede, después de dos mayorías absolutas, mejores resultados que en 2007. Lo indecente es que el enemigo lo tenga dentro del PP. Son los suyos –«cuerpo a tierra que vienen los nuestros»– quienes tratan de desestabilizar su futuro. Los depredadores de la calle Génova son los que más propician la condena política. Mientras la izquierda defiende a los suyos cuando lo necesitan, los populares disfrutan hurgando en la herida. Así lo aclara el apoyo de todos los socialistas a Manuel Chaves o a José Bono. Y eso que no existe proporción sobre el presunto regalo de tres trajes y la ayuda de 10 millones de euros a la empresa en la que trabaja la hija del expresidente andaluz, o el patrimonio que adjudican al ex de Castilla-La Mancha. Es lo que debería hacer la derecha con los suyos, aunque no cuente con la actitud de la Fiscalía, que mira hacia otro lado en unos casos y se ensaña en otros. La persona que no sólo ha conservado en su Comunidad el gran avance de la era de Eduardo Zaplana, sino que lo ha ampliado, no puede irse por la excusa de unos trajes. Primero, porque no se quieren tener en cuenta las reveladoras palabras de Pablo Crespo en la cárcel afirmando que no habían pagado trajes a Camps. Y porque no hay político que no reciba dádivas. Resulta desolador que el «caso Gürtel» esté centrado en Valencia, donde no hay alguien en la cárcel, ni cuentas multimillonarias en paraísos fiscales, ni chalés en Marbella. El PSOE baja en Cataluña y necesita abrir mercado a orillas del Mediterráneo. Así es la vida.