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El hambre de Griñán

La Razón
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Es seguro que Andalucía terminará el año con un 30 por ciento de paro y con una histórica cifra superior al millón de parados, lo que va a permitir a algunos teorizar sobre nuestro empleo sumergido sin que quieran apreciar la más evidente realidad que refleja ese dato: que Andalucía no dispone de suficiente economía ni del número de empresas capaces de absorber, de manera legal y transparente, toda esa mano de obra en porcentajes similares a los del resto de España.En eso, por desgracia, seguimos estando donde siempre estuvimos, aunque sepamos que hubo un tiempo en el que el andaluz podía medir su dignidad con las mismas palabras que medía su pobreza. «En mi hambre mando yo», le dijo a un señorito el jornalero andaluz al que se quiso comprar la miseria. Pues ahora Griñán acaba de vendernos la dignidad –«subasta» lo ha llamado el Banco de España– sin que durante años hayamos prosperado lo más mínimo en riqueza. Según se nos anuncia, Andalucía no va a estar en la decisión económico-financiera más importante que se ha tomado en democracia –la de la creación de grandes y nuevos bancos que tendrán sede en Madrid, en Cataluña y en el País Vasco– porque una vez anulados durante décadas en lo político, ahora se está procediendo a ningunearnos en lo económico. No estamos en esos planes ni se nos espera en ese mapa. Y fíjense si será relevante dónde tiene un banco su sede y quién lo va a gestionar, que por esas mismas razones Unicaja y Cajasol no han terminado de ponerse de acuerdo permitiendo que en el trance –y hay que ser tonto de remate– otra caja andaluza se marchara a Bilbao. Casi como en la época medieval, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España y Adelantado de Castilla, ha enviado hasta el sur las mesnadas del señor de Vizcaya para certificar a las claras la docilidad y el servilismo de Andalucía. La nueva España que se configura tiene dos velocidades y para ello el poder ha sabido descartar hábilmente a «amigos» y «enemigos» para, como nos acaba de ocurrir, aplicarnos a los «indiferentes la legislación vigente». Y mientras ése sigue siendo el panorama, sobre nosotros se alimenta esa vileza de que el resto de españoles históricamente vienen dando de comer a los ingratos e ineptos desocupados del sur. La diferencia esta vez es que ni hemos abierto la boca ni levantado la mano y que un presidente como Griñán ya no manda ni en su propia hambre.