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Refugio en un mar de dunas

Además del exotismo de las infinitas dunas de Maspalomas o Playa del Inglés, la villa de San Bartolomé de Tirajana, el mayor de los municipios de la isla de Gran Canaria, alberga cumbres de roca oscura, zonas de ocio y pequeños rincones que invitan al turismo de interior 

Refugio en un mar de dunas
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Una de las primeras imágenes que nos vienen a la cabeza al pensar en Canarias es ese paisaje dorado, inmenso y espectacular, de cientos de dunas abrazándose las unas a las otras hasta la misma orilla del océano. Y es cierto que el exotismo de la Playa de Maspalomas tiene bien merecido el haberse convertido en una de las estampas más conocidas de la isla, pero la villa de San Bartolomé de Tirajana, el municipio que alberga este gran mar de arena, es eso y mucho más: todo un mundo de contrastes y un verdadero tesoro plagado de sorpresas.
San Bartolomé de Tirajana, el mayor de los municipios de la «Isla Redonda», reproduce en sus algo más de 330 kilómetros cuadrados el tópico de continente en miniatura del que hace gala Gran Canaria. Desde sus magníficas playas hasta las cumbres de roca oscura del interior, su territorio, convertido en uno de los grandes destinos del Archipiélago, ofrece toda suerte de atractivos y sorprende a cada paso que no dejan indiferente al viajero.
La zona de costa, de animado ambiente, nos recuerda que aquí cualquier momento del año es bueno para disfrutar de temperaturas primaverales. Con el agua del mar entre 18 y 25 grados y la calidez propia de su clima subtropical, más de una veintena de playas aguardan al visitante a lo largo de 32 kilómetros de magnífico litoral.
Los enclaves costeros más conocidos –Maspalomas, Playa del Inglés y San Agustín– ofrecen zonas de baño con todos los servicios y se encuentran muy cerca de todo lo necesario para unas vacaciones cómodas y a pie de playa: excelentes hoteles y apartamentos, animados locales de ocio nocturno y toda la actividad que reclaman quienes después de abandonarse al placer de no hacer nada gustan de una animada tarde de compras, espectáculos, música en vivo y ambiente de eterno verano.
Más allá de las playas estrella del sur de la isla existen decenas de rincones marineros, calas y lugares de ensueño donde perderse y disfrutar de un entorno exótico y paradisíaco. Playitas como la de los Bigotes, de fina y brillante arena negra; o la de las Mujeres, de callaos y rocas, son perfectas para llenarse de naturaleza y silencio, practicar nudismo o sumergirse en fondos marinos llenos de variedad y colorido. Otras, como la de los Tártagos, de aspecto virgen y más expuestas a los vientos, ofrecen sus olas a los amantes del surf y el «bodyboard».

Un destino pionero
En el interior, San Bartolomé de Tirajana muestra las excelencias de un destino turístico que fue pionero en el Archipiélago y que no ha parado de mejorar y diversificar su oferta año tras año. Los deportes de aventura, el senderismo, el descenso de barrancos, la escalada o el parapente son sólo algunas de las propuestas que nos lanza desde sus montes, cuajados de blancos caseríos, pequeños hoteles y casas rurales para quienes prefieren unas vacaciones diferentes.
Y es sobre todo en el interior, en pleno monte, donde la villa de San Bartolomé de Tirajana conserva con mayor autenticidad su sabor canario y su carácter propio. Así lo demuestran su exquisita gastronomía y sus vinos tan característicos, por lo general, jóvenes y suaves, o los licores caseros, algunos tan peculiares y exquisitos como la cada vez más conocida «guindilla».
Risco Blanco y la Montaña de Tute –o de los Huesos– bien merecen sendas excursiones. Junto a esta última, de 890 metros de altura, se encuentra el poblado prehispánico de Tute: toda una aldea labrada en el interior de la piedra, que conforma el mayor conjunto de grutas del Archipiélago y contiene algunas cuevas pintadas de gran valor arqueológico. Otra joya a tener en cuenta es la Necrópolis de Artenara, que data del siglo IV a.C. y en la que los expertos han identificado más de un millar de enterramientos tumulares.
Una buena opción para conocer y disfrutar también de lo más auténtico de San Bartolomé de Tirajana es unirse a cualquiera de las coloristas y animadas fiestas tradicionales de sus pueblos; música, baile y alegría a raudales donde ser uno más. Porque el carácter hospitalario y acogedor de su gente permite al viajero sentirse, desde el primer día, como en casa.
 

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