Sevilla
Talavante en la mansada de Gavira
- Sevilla. 9ª de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de la ganadería de Gavira, el 3º como sobrero, mansos y de poco juego. Lleno de no hay billetes. - Morante de la Puebla, de tabaco y oro, media (silencio); media, tres descabellos (silencio). - Alejandro Talavante, de verde manzana y oro, media (saludos); dos pinchazos, aviso, casi entera, tres descabellos (saludos). - Daniel Luque, de caña y oro, estocada trasera (silencio); estocada (saludos).
SEVILLA - A Talavante le ha cundido el invierno. Es otro. Parece otro. Se busca en un concepto distinto. Si años atrás quería depurar el toreo en la verticalidad, embarcar el viaje sin enmendarse, el arrojo del valor, mostrar que el miedo no es suficiente para echar el paso atrás... Anda ahora Talavante en la inventiva de alargar el toreo, buscar la eternidad en el viaje y fraguarlo siempre por abajo. Ese camino que El Juli profundizó y perfeccionó cuando dejó de ser niño prodigio y las cosas no le acompañaron. Tuvo el madrileño años de búsqueda, esa crisis que reverdeció al torero que es hoy, que fue también cuando se ganaba el crédito dando lecciones ante becerros y en los pueblos. A Talavante le llegó el éxito rápido y acabó por pagar peaje en las pasadas campañas. En esta nueva versión se siente a gusto con los toros en el centro del ruedo, no le pesan. Se le vislumbra la claridad de ideas y le late la ambición. Para verlo, se dejó ayer el segundo toro de Sevilla, manejable y de poca transmisión. Con nobleza acudía a una muleta siempre puesta en la cara obligando a embestir. Y todo eso ligado. La faena fue corta, tal como el toro cantaba lo que le quedaba. Cuatro tandas, pero bien. Interesó, a pesar de descomponer la figura al forzar el viaje del toro. Corría el quinto como si le persiguiera el mismísimo diablo. ¡Diablos! Le hizo correr también a Talavante, pero detrás de él. En cada embestida, a modo de arrebato, quiso el toro huir. Huía de todo. Hasta de sí mismo. Y así parecía imposible. No lo fue. Le atacó lo indecible al natural al calor de las tablas, casi quemándose en ellas, e hizo que se lo jalearan por olés al templarse con el toro. Tenía mérito todo lo que ocurría allí, casi entre barreras, al límite de los espacios. Siempre ajustado y creyendo en él. Al final todos recuperamos ese aliento de fe. Pero la espada nos la robó de golpe.
DesfondadoLuque quitó en el toro de Talavante por verónicas dejando claro que no había venido a pasearse, y más después del chasco de la encerrona de Madrid. Pero la suerte no entra en estas quinielas y si el tercero estaba reventado de flojera, el sobrero llevó la mansedumbre por bandera. A cabezazos y desfondado poco ofreció para la faena de muleta. Toreó bonito, despacio, camino a la placidez de muñecas por verónicas al sexto. Mejor todavía en esas chicuelinas con las que llevó el toro al caballo, intentaban ser al paso y le quedaron ajustadas, estéticas y atornillado a la arena.Perfecto De la Viña en la brega. ¡Cómo lo lidió! Para no desentonar con la tarde, manseó también el último Gavira. De traca. A tablas le obligó a irse a Luque y entre renuncios e intentos apenas logró salvar algún muletazo. Manso. Rajado. De manual y en las antípodas de la bravura.
No llegó la inspiraciónA Morante de la Puebla le duró el primero, tan flojo como bronco, un suspiro. No pasó el sevillano de los pases de tanteo para irse a por la espada. El toro no se prestó al toreo de capa, suelto salió en los capotes de la cuadrilla y remoloneaba sin clase en la muleta. No llegó en el cuarto la inspiración de las musas. El toro, de escasa continuidad, tiraba un derrote que ensuciaba el muletazo. Y acabó por invadir la faena de enganchones. Fue el festejo más corto, y más manoseado por la mansedumbre. En el ambiente sobrevolaba la sombra de Julián López «El Juli» del día anterior, la Puerta del Príncipe bajo la lluvia y la intensidad de las emociones. Qué grande Julián, qué grande. Y que buenos toros de El Ventorrillo.
El Cartel de hoyToros deEl Pilar para El Cid, Sebastián Castella y José María Manzanares.
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