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ANÁLISIS: Los peligros de la amenaza iraní por Farid Zakaria
Estamos escuchando un nuevo concepto en estos tiempos a tenor del debate en torno a Irán; el del «margen de inmunidad». La idea, explicada con frecuencia por el ministro israelí de Defensa, Ehud Barak, es que, dentro de poco, Irán va a disponer de la suficiente autonomía nuclear para que Israel no sea capaz de asestar un golpe determinante a su programa. No se trata de un novedoso concepto estratégico en absoluto. Los países se han convencido a menudo de que se enfrentan a un margen para actuar cada vez más reducido, y casi siempre esa forma de pensar ha conducido al desastre. El ejemplo más célebre fue la decisión de Alemania de iniciar lo que se convirtió en la Primera Guerra Mundial. Bien, lo que sugiero es que es profundamente miope apoyar una decisión de este calado (abrir un conflicto) en consideraciones técnicas estrechas como márgenes de actuación.
Muchos en el Washington de marzo de 2003 insistían en que no podíamos esperar a que los inspectores nucleares acabaran su labor en Irak porque nos enfrentábamos a un margen de actuación cada vez más estrecho como para destacar efectivos estadounidenses. Nos apresuramos a entrar en una invasión militar mal planificada y una ocupación en la que los militares tuvieron que soportar nueve años de combate en Irak. Exactamente igual que Israel está considerando abiertamente el ataque preventivo a Irán, muchos en Occidente alentaban tales intervenciones contra Moscú a finales de los 40. Como muestra de la tónica del momento, consideré este artículo el 29 de noviembre de 1948 en el diario de Harold Nicolson, uno de los diplomáticos británicos más fríos y más tranquilos de su generación: «Probablemente sea cierto que Rusia se prepara para la batalla final por el dominio del mundo y una vez que disponga de las bombas suficientes destruirá Europa Occidental, ocupará Asia y librará un combate final a muerte con las Américas. Si eso sucede y somos barridos del mapa aquí, los supervivientes de Nueva Zelanda dirán que estábamos locos por no haber evitado esto».
En un discurso pronunciado en agosto de 1950 en los astilleros de la marina en Boston, el secretario de la Marina, Francis Matthews, afirmaba que, al ser «un artífice de una guerra de agresión», EE UU «se convertirá en el primer agresor de la paz». Al final, los revolucionarios de Moscú, los autócratas desequilibrados de Pyongyang y el ejército patrocinador de terroristas en Pakistán se han visto disuadidos por el miedo a la destrucción mutua. Aunque el régimen iraní es considerado a menudo loco, ha hecho mucho menos para merecer el término de lo que hizo un régimen como la China de Mao. Durante la última década se han visto miles de atentados suicidas obra de saudíes, egipcios, libaneses, palestinos o paquistaníes, pero no se ha visto un sólo atentado suicida de un iraní. ¿Es probable que el régimen iraní (de llegar a hacerse con un dispositivo rudimentario en unos años) ataque primero? «Israel se enfrenta por fin a la clase de opciones a las que se enfrentaron EE UU y Gran Bretaña hace más de seis décadas», dice Gideon Rose, editor de la revista «Foreign Affairs». «Con suerte, también acabará reconociendo que la seguridad absoluta es imposible de alcanzar en la era nuclear, y que si los programas nucleares de los enemigos no se pueden alterar o retrasar, la disuasión es menos catastrófica que la guerra preventiva».
Farid Zakaria
The Washington Post Writers Group
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