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CRÍTICA DE TEATRO / «La novia»: La belleza de la fragilidad
Autor: Anton Chéjov. Dirección: Ángel Gutiérrez. Reparto: María Muñoz, Chema Coloma, Consuelo Montoya. Teatro de Cámara-Chéjov. Madrid.
Nadia descubre otra vida en las palabras del soñador Sasha, su pariente tuberculoso, cuyo final está escrito. En las tardes de tedio de la Rusia burguesa que dormitaba, Sasha es el futuro sin futuro, como si el Chéjov que escribió «La novia», uno de sus innumerables relatos –fueron más de mil– intuyera que los sueños del país se quebrarían. Hay en este hermoso cuento de una muchacha que no quiere ser simplemenbte «señora de» una oda a la amistad y a la enseñanza: Sasha es amor platónico, maestro y figura imborrable en la emancipación de Nadia.
Sólo Ángel Gutiérrez, el más chejoviano de nuestros teatreros, un niño de la guerra que aprendió en Rusia a hacer teatro y a amar a Chéjov, podría abordar esta frágil historia con tanta sensibilidad: la primaveral escenografía, el ronroneo del violín, los balanceos en el columpio de la juvenil Nadia, en su nube, sus bailes solitarios con el velo de novia a media luz, la tormenta de verano... Gutiérrez vuelve a hacer teatro bellísimo con pocos recursos. Y el primero es la materia humana. El entusiasta Sasha de Chema Coloma y la frívola madre a la que da vida Consuelo Montoya son correctísimos trabajos. Pero con Nadia se descubre a María Muñoz, una delicada actriz, todo melancolía, que llena el escenario con su mirada.
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