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ANÁLISIS: Pyongyang ahora qué por Brian Myers
- ¿La muerte de Kim Jong Il será un punto de inflexión en la marcha del país?
–Es demasiado pronto para afirmar algo así. No creo que suponga un momento decisivo desde el punto de vista ideológico, porque Kim Jong Un ha trabajado en el mismo marco ideológico del Gobierno de su padre. Sin embargo, la sucesión enfriará el ardor de un régimen que ha ido perdiendo apoyo desde hace bastante tiempo.
- Corea del Norte bajo Kim Jong Il ha sido un régimen paranoico basado en el nacionalismo de la raza. ¿Será igual con su hijo?
–Sí. Corea del Norte es, ante todo, un Estado militar, y ese principio está consagrado en la Constitución nacional. Por otra parte, la palabra comunismo ya no se pronuncia ni siquiera de boquilla. El mundo espera que el país cambie armas nucleares por algún tipo de ayuda y que emprenda reformas, pero una maniobra así convertiría a Corea del Norte en la versión pobre de Corea del Sur y no tendría sentido que siguiera existiendo. Por tanto, no habrá grandes cambios a menos que el régimen se vea sometido a fuerzas externas.
- ¿Puede surgir malestar social como en China?
–No lo creo. El régimen ha hecho un gran trabajo al identificarse con la idea de raza y nación. De hecho, el apoyo al Estado es más fuerte en Corea del Norte que en el Sur, que sufre actualmente una profunda crisis de confianza. En Corea del Sur se han producido disturbios en los últimos años, pero eso es porque el país tiene un gran número de estudiantes universitarios. En Corea del Norte, sólo los hijos de las élites estudian en la universidad, y ellos, claro está, no tienen ninguna razón para protestar.
- ¿Habrá discrepancias entre el Ejército y el partido gobernante?
–No lo creo. El Ejército y el Partido de los Trabajadores van en el mismo barco. El Ejército ha obtenido pingües beneficios gracias a acuerdos económicos y a la corrupción. Lo último que le interesa es llevar al régimen al colapso, lo que propiciaría una unificación bajo el Gobierno de Corea del Sur.
- ¿Reducirá o desmantelará su programa nuclear?
–No. Si Corea del Norte opta por jugar bonito con Washington, ¿cuál sería entonces su razón de ser como país? ¿Cómo explicaría el régimen a su pueblo la necesidad de que exista un socio pobre de Estados Unidos junto a uno mucho más rico y próspero al lado? Se trata de una simple lógica política que los ilusos en Washington y Seúl se niegan a entender.
- ¿Es posible un acuerdo de paz entre las dos Coreas?
–Desde luego que no en el próximo año, sobre todo porque habrá elecciones en Corea del Sur. La última cosa que Pyongyang quiere es reconocer que la política del régimen conservador de Corea del Sur con respecto a Corea del Norte es acertada. Es posible imaginar un acuerdo si la izquierda de Corea del Sur gana las elecciones, pero dudo que Corea del Norte lo acatara.
- ¿Cómo es la vida diaria en Corea del Norte?
–No creo que exista una hambruna en el corazón del país. Naturalmente que hay desnutrición y que la gente está cada vez más delgada, pero desde luego no estamos ante la hambruna que vimos a mediados de los noventa.
- ¿Cuál ha podido ser la reacción en privado de los coreanos ante la muerte de su líder, de felicidad o de tristeza?
–No creo que la media de los coreanos estén muy felices. Por otro lado, tampoco creo que las lágrimas que hemos visto sean simplemente fruto de la tristeza. Lloran también por miedo, miedo a lo desconocido.
Brian Myers
Universidad Dongseo de Corea del Sur y colaborador del «New York Times»
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