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Entre el cielo y la tierra por Manuel Calderón
Angela Merkel tuvo ayer una jornada muy especial. Digamos que entre el cielo y la tierra o incluso más lejos aún: entre la inocencia y el infierno. Por la mañana, obligó al presidente de la república federal, Christian Wulff, a aparecer en las dos cadenas públicas de televisión para pedir disculpas por haber actuado como si fuera un jefe de prensa obstinado en ocultar una noticia de la que él mismo era protagonista. Es decir, por llamar al director de «Bild» y pedirle, o rogarle, o exigirle –seguro que amenazándole– que no publicase una información que le comprometía desagradablemente: haberse beneficiado de un crédito hipotecario muy ventajoso, no al alcance de un alemán con un «miniempleo» o «minijob». Al final, como dicen los viejos periodistas, la rotativa no se pudo parar, y el jefe del Estado que vigila por el cumplimiento del déficit y del correcto uso del presupuesto de todas las naciones de Europa era otro mortal de moral relativa. Ese acto de contrición, o directamente de humillación, tuvo luego su recompensa, cuando la canciller se acercó a los niños para cantar villancicos y pedir donativos (no cabe ironía: eran los Cantantes de la Estrella) y así olvidar en la mágica noche de los Reyes Magos lo difícil que es predicar y además dar trigo.
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