Crítica de cine
«El árbol» Raíces poco profundas
Dirección: Julie Bertuccelli. Intérpretes: Charlotte Gainsbourg, Morgana Davies, Marton Csokas, Christian Byers. Duración: 100 minutos. Australia-Francia, 10. Drama.
Probablemente alentada por la temprana pérdida de su marido, Julie Bertuccelli quiere comprender el dolor de Dawn (Charlotte Gainsbourg). Ella también se queda viuda sin previo aviso, cuando su querido esposo sufre un fulminante ataque al corazón. Ocurre a los pocos minutos de metraje, cuando Bertuccelli ha gastado una sola secuencia para establecer la complicidad de la pareja. No da tiempo a que entendamos los matices de su relación, quizá porque lo que se pretende es que la muerte nos llegue de forma tan repentina como a Dawn.
No da tiempo, pues, a que esa muerte cale en los huesos, reducida a una sorpresa que suspende indefinidamente el relato. En ese estado de suspensión se desarrolla el conflicto dramático de la película, que no es otro que la confrontación entre dos formas de superar el duelo: la de Dawn, primero sumida en una depresión y luego con ganas de pasar página, y la de Simone (Morgana Davies), la tercera de sus cuatro hijos, que imagina que el espíritu de su padre se ha reencarnado en el árbol que clava sus raíces en el jardín. La naturaleza australiana acentúa el tono panteísta de esta fábula, aunque nada en la puesta en escena –no importa que las raíces y las ramas acaben invadiendo la casa– ayude a que la metáfora botánica sea más misteriosa.
De ahí que la confrontación entre la razón y la imaginación acabe resolviéndose en un conjunto vacío y la película no sepa explotar su intensidad, cosa rara teniendo en cuenta que Bertuccelli trabajó con Kieslowski en «Azul». Nunca terminas de creerte que Gainsbourg sea el ama de casa rural que el guión la obliga a interpretar: su mirada ausente es demasiado urbana para que la aceptemos como buena en los agrestes campos de las antípodas.
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