Irak
Elecciones generales
El presidente del Gobierno anunció ayer que no será el candidato en las elecciones de 2012. Respetamos su decisión personal, que, según explicó, partía de la convicción de que dos mandatos es el periodo idóneo para desarrollar un proyecto. Este argumento, sin embargo, no puede esconder la realidad de un dirigente desgastado, sin la confianza de la ciudadanía y sometido a presiones externas e internas. Fue una jornada histórica. Siempre lo es cuando un presidente anuncia su marcha. Zapatero agotará la Legislatura y dejará el poder dentro de un año por la puerta pequeña, discutido y contestado. Las largas sombras de su labor han amortiguado sus exiguas luces. El balance de la gestión no es positivo. Deja una España mucho peor que la que cogió Aznar. El país ha retrocedido en casi todos los campos y aquello que funcionaba, como la política antiterrorista, paga hoy los errores durante la negociación con ETA.
Polémica fue la llegada de Zapatero con la retirada de Irak y polémica es su salida. El presidente explicó que el momento elegido es el más conveniente, porque hay tiempo para forjar un nuevo liderazgo, y porque le permitirá afrontar «un programa de decisiones que no puede esperar y que hay que culminar ya» en pos del crecimiento y del empleo. Su determinación es legítima, pero está en un error. El anuncio no es inocuo y tendrá consecuencias para el PSOE y para un país que necesita estabilidad. Zapatero se ha equivocado en la administración de los tiempos. Ha dilatado el debate sucesorio y ha abocado a los socialistas a un combate interno. Es de ingenuos pensar que el PSOE pasará por las primarias sin heridas en su cohesión. Y no hay nada que un electorado castigue más que un partido dividido. Aunque Zapatero pidió «voluntad integradora» al futuro líder, eso ya no está en su mano desde que comunicó la despedida. No será fácil gestionar este último año, en el que se tienen que emprender grandes reformas, con un PSOE inmerso en el debate sucesorio.
Las apuestas por el liderazgo se centran en Rubalcaba y Chacón. El desenlace final compete a los militantes socialistas y serán ellos quienes deban determinar la persona que encabece el nuevo proyecto. Otra cosa es que los futuros candidatos compatibilicen su aspiración partidista con la labor gubernamental, lo que sería incomprensible. La participación en las primarias exigiría el abandono de cualquier responsabilidad ejecutiva. No se puede ser ministro a tiempo parcial. La decisión de Zapatero es mala, porque da paso a una etapa de provisionalidad cuando se necesita un gabinete fuerte para afrontar tiempos de exigencia, de reformas y de políticas extraordinarias e impopulares. Se da un paso atrás con un Gobierno sin liderazgo en un escenario de interinidad. No hay que olvidar que la responsabilidad de la mala gestión de estos años y de los errores cometidos no es sólo de Zapatero sino también de unos ministros que le han apoyado fervorosamente. La sucesión se puede dirimir entre dos destacados ministros. Hemos defendido desde hace meses que el Gobierno estaba agotado. España necesita elecciones anticipadas y no primarias. Tras el presidente, es el pueblo español el que debe hablar. Es un principio básico de la democracia. No casa con anteponer el interés del partido al bien común.
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