El Cairo
La «ira del fútbol» toma Egipto
La intifada contra las Fuerzas de Seguridad se tiñe de sangre y fuego. La Junta denuncia un complot
ALEJANDRÍA- Por segundo día consecutivo se repetían los enfrentamientos en las calles céntricas de El Cairo. Éstos se concentraban justo en las inmediaciones de un Ministerio de Interior cercado por unas masas tomadas por la ira. Mientras la Policía disparaba con escopetas y bombas de gas lacrimógeno a los manifestantes, éstos respondían en forma de piedras y cócteles molotov. Algunos edificios y coches fueron tomados por las llamas, aunque se hace difícil saber qué parte de las dos lo produjo.
Algo parecido sucedía en la ciudad de Suez, también tomada en una nueva intifada contra la Policía a las puertas del departamento de Seguridad. Allí los agentes respondían con más agresividad, disparando incluso munición real. Alejandría también se sumaba a media tarde de ayer a la insurrección, con choques entre las Fuerzas de Seguridad y los manifestantes en el distrito de Smouha. En total, cinco muertos, tres en El Cairo y dos en Suez. Los heridos ya superan el millar, la mayoría por disparos en el pecho, aunque diversos jóvenes habrían perdido los ojos por los disparos de escopeta de la Policía. A lo largo del día, cientos de miles de personas tomaron las calles de las principales ciudades de todo el país. Lo hacían reclamando justicia y exigiendo la transferencia inmediata del poder militar. Incluso en Port Said miles de personas gritaron contra el mariscal Tantaui. Una sede de Hacienda situada entre las calles Mohamed Mahmud y Mansur, epicentro de las protestas, terminó en llamas a consecuencia de la escalada de violencia.
Igual que en noviembre
Ésa es la respuesta popular a la masacre del estadio de Port Said que el pasado miércoles sumaba 74 muertes y cientos de heridos a los mártires de esta larga, y cada vez más dura, transición egipcia. El escenario es tremendamente parecido al ya vivido el pasado diciembre, cuando fuerzas revolucionarias y Policía se enfrentaron durante varios días consecutivos. Pero parece que la tregua a la que se llegó entonces, que pasó por la orden militar de mantener el calendario electoral pese a los incidentes, era demasiado frágil y ésta se ha vuelto a romper.
La disolución del aparato policial, reclamada por las fuerzas revolucionarias desde el enero pasado, ha pasado por superficiales cambios de rango, mientras aún no se ha procesado a ningún policía por la muerte de manifestantes el enero de 2011. «El crédito de los militares se acabó hace tiempo, pero esto ya ha sido demasiado» afirmaba la joven Nahla entre la masa de manifestantes. Los jóvenes ultras sostenían las banderas de los principales equipos del país y coreaban sus populares cánticos. «Sacaste un cinco pelado en Secundaria y por eso entraste en la Policía», reza uno de los himnos creados por los ultras durante la revolución. Refleja un problema real, el de la baja formación de un cuerpo en el que acaba todo aquél que no puede acceder a otras formaciones. «Ése es parte del problema», afirma Mohammed el Gendy «pero en el centro está el odio mutuo entre las dos partes». Los manifestantes denunciaban que lo sucedido el miércoles era una venganza por el papel destacado de los ultras en algunos episodios de la revolución contra la Policía.
Mientras, la Unión Europea exigía una investigación independiente de los hechos, la fiscalía egipcia reclamaba las cintas de las cámaras de seguridad del estadio y aplicaba una prohibición de salida del país al gobernador de Port Said, extensible a los responsables de seguridad de la provincia, hasta que se aclaren los hechos. La mayoría de formaciones políticas se ponían de acuerdo en exigir un cambio inmediato en el Ministerio de Interior. Incluso los Hermanos Musulmanes, habitualmente más comedidos en sus críticas al Consejo Superior de las Fuerzas Armadas egipcio, también apuntaban a la responsabilidad militar y exigían que los sucesos no quedasen impunes a través de las palabras de Mohammed Badie, su líder general. Los militares, por su parte, seguían denunciando un complot extranjero y, a través de un comunicado oficial, reclamaban a las formaciones políticas trabajar para la unidad nacional. «Hay grupos extranjeros que trabajan para dividir nuestro pueblo», afirmaba el comunicado, con un lenguaje muy parecido al del anterior régimen. La teoría de la conspiración también era defendida por el primer ministro Kamaal Ganzouri, quien afirmaba que la «persistencia de los manifestantes es intolerable».
Un «secuestro express»
Dos turistas estadounidenses y su guía fueron raptados a punta de pistola por miembros de una tribu de beduinos en el sur de la península del Sinaí. Unas horas más tarde fueron liberados tras las negociaciones con los líderes tribales de la zona, según afirmó el jefe de seguridad de la región. No es el único incidente en estas fechas; a principio de semana ya se produjo la muerte de un ciudadano francés durante un robo a una oficina de cambio de moneda en la ciudad turística egipcia de Sharm el Sheij.
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