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Rearme urgente en el Golfo Pérsico

La Razón
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El programa nuclear iraní va a traer de rebote el surgimiento de una potencia militar de peso en el Golfo Pérsico: Arabia Saudí. Convertido el reino waabí en el «más mejor amigo de occidente», pese a su orientación integrista y a sus policías de la moral y las buenas costumbres, capaces de dejar que se abrasen vivas las estudiantes de una escuela incendiada porque huían de las llamas sin llevar el velo, Washington parece dispuesto a proporcionar a las Fuerzas Armadas saudíes lo más granado de su tecnología bélica. No es nuevo. Cuando el Irán del shá era nuestro «más mejor amigo» se le vendieron los míticos cazabombardeos F-14, «Tomcat», último grito en la época, con los que los ayatolás se defendieron luego de Irak y que, además, les permitieron desarrollar sistemas de radar modernos. Pero ¡quién nos iba a decir que una revuelta en el bazar acabaría con nuestro querido gendarme oriental! Ahora, desde Honolulú, donde pasa sus vacaciones navideñas, Barack Obama ha hecho pública la firma de un contrato multimillonario de venta de aviones a Ryad que se venía negociando desde principios de 2010. Se trata de un lote de 84 cazabombarderos F-15SA y de la modernización de otros 70 aparatos del mismo tipo, que datan de la primera guerra del Golfo.

Hemos apostado por los suníes, que quede claro

No se trata, ni mucho menos, de un hecho aislado. Los saudíes se van a dejar 60.000 millones de dólares en las fábricas de armamento norteamericano –y algunos miles de millones más en las de la Unión Europea– y esa barbaridad de dinero da para mucho. Así, se sabe que hay contratos para la adquisición de 200 helicópteros de ataque, transporte táctico y reconocimiento, incluidos 70 «Apaches» que son lo mejor de lo mejor; obuses de 155 milímetros M-777, que lanzan los proyectiles a 28 kilómetros de distancia; 230 carros de combate «Leopard-2», centenares de vehículos blindados, radares de adquisición de blancos, bombas de aviación dirigidas por satélite, lanzaderas de cohetes y una panoplia de misiles antiaéreos y de ataque. Las otras monarquías suníes del Golfo, como Qatar, Emiratos Árabes Unidos y la minúscula Barhein, también se están rearmando a toda prisa, además de ceder bases para las baterías antimisiles «Patriot».

Esta «barra libre» no deja de preocupar a Israel, al parecer mucho más consciente de las veleidades de la política internacional que los norteamericanos, porque la diseminación de la alta tecnología militar, por más «protocolos secretos que se firmen», siempre genera armas más mortíferas. Hoy, por ejemplo, Irán puede combinar misiles antibuque chinos con sistemas de guía occidentales que se lo pueden poner difícil a la 5ª Flota norteamericana desplegada en las aguas del Golfo y en el estrecho de Ormuz. Tal vez, la ironía de todo ésto está en el propósito no declarado de la Casa Blanca: reforzar las defensas de los enemigos más próximos de los ayatolás para tranquilizar a Israel y disuadirle de llevar a cabo un ataque preventivo contra las instalaciones nucleares iraníes.

El problema es que más temprano que tarde habrá que tomar una decisión: o se neutraliza por la fuerza el programa atómico de Irán, o se acepta que habrá que convivir con un Irán dotado de armas nucleares y de los vectores para lanzarlas. La otra vía, seguir forzando las sanciones económicas para ahogar al régimen de los ayatolás y provocar su descomposición interna, no está exento de riesgos. Irán vive bajo el temor de la amenaza sectaria suní. Y el miedo no es buen consejero. También se aplicó la política del cerco económico al Japón de 1940 y el resultado se conoce en la historia del mundo como Pearl Harbor.



Venezuela tiene un cáncer, cierto, pero no lo han provocado los norteamericanos
La imagen recoge una escena habitual en las calles de Caracas, la capital de Venezuela: el cadáver de un hombre muerto a tiros. Pese a la censura oficial, el jueves se hicieron públicas las cifras de la criminalidad que asola el país, recopiladas pacientemente por el Observatorio de la Violencia, que confirman lo sabido: el año de 2011 ha sido el más violento de la historia de Venezuela, con 19.336 homicidios registrados, lo que supone un promedio de 53 al día, el triple que en Irak. Las violaciones y robos ni siquiera se cuentan. La república bolivariana se hunde en la violencia mientras su presidente se dedica a alentar teorías de la conspiración. La última es de traca: los americanos tendrían un sistema para provocar enfermedades cancerígenas a sus enemigos. No, Venezuela sufre un cáncer que no se ha sabido, o querido tratar y, por supuesto, no lo han causado los odiados gringos. Que miren dentro.



Una nota de «color»
El semanario «Le Nouvel Observateur», una de las publicaciones más prestigiosas de Francia, publicaba ayer una nota sobre España de esas que los periodistas llamamos «de color». El títular decía así: «En el mercado central de Madrid la España en crisis come lo que otros tiran». El reportaje, sin firma, pero acompañado de unas fotografías de AFP, describe a los parados rebuscando entre los desechos de Mercamadrid. Parece que nuestros vecinos se preocupan por nosotros. Gracias.