Alumnos

Pseudoasignaturas

La Razón
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Las autoridades educativas no pierden ocasión de tomar medidas en el sentido exactamente contrario a lo que públicamente pregonan. Así, al mismo tiempo que sus palmeros pedagógicos niegan que los niveles de exigencia hayan disminuido en Secundaria –ésa es una de las afirmaciones incluidas en el manifiesto «No es verdad»– ellos van disminuyendo las horas lectivas de las asignaturas troncales y dedicándolas a otras de nueva creación, tan carentes de contenido que bien merecen el nombre que da título a este artículo. Por no hablar de la infinidad de bobadas políticamente correctas con que se pierden innumerables horas de clase: coeducación, mediación... Aunque no es la única, me centraré en una que, para mi desgracia, me he visto obligado a impartir este curso. Recibe el pomposo nombre de Ciencias para el mundo contemporáneo, y se imparte tanto a los cursos de ciencias como a los de letras de primero de Bachillerato. Su declarada finalidad es dotar a los alumnos de cultura científica, cosa que desmiente su temario, un revoltijo de generalidades trufadas de tópicos ecológicos, que a duras penas alcanza el nivel de cualquier revista divulgativa para jóvenes o noticia de prensa. Los libros de texto dedicados a ella prescinden no sólo de cualquier tratamiento matemático, sino del más mínimo rigor conceptual, aunque, eso sí, están repletos de fotos y dibujos vistosos que encarecen la edición. En ninguna parte se exige comprensión de conceptos o esfuerzo intelectual alguno al alumno. Resumiendo: el contenido de la asignatura no es otra cosa que un anuncio de la Ciencia. Al alumno se le dice que es buena, que permite hacer trasplantes, modificar genéticamente las especies vivas y fabricar ordenadores, pero se le mantiene cuidadosamente al margen de cualquier razonamiento. En realidad, el planteamiento de la pseudoasignatura está más próximo a la religión que a la Ciencia.Lo más grave es que estas innovaciones pedagógicas le roban tiempo a las asignaturas verdaderamente formativas. Por ejemplo, entre el último curso de Bachillerato y COU se dedicaban 12 horas semanales a la Lengua y Literatura; en el sistema actual, la mitad. Y resulta que las deficiencias en comprensión lectora o en capacidad expresiva por escrito de nuestros alumnos hace ya demasiado tiempo que van en aumento. El nivel de ignorancia es tan escandaloso que hasta nuestras coriáceas autoridades educativas declararon que es necesario fomentar la lectura entre los alumnos. Sin embargo, en lugar de hacerla posible en el aula, con un tiempo razonable a la Lengua y Literatura, los expertos oficiales han preferido incluir esta innovadora forma de perder el tiempo. No nos engañemos, no es torpeza, es una clara conspiración pseudopedagógica contra la formación seria de los ciudadanos.

* Gonzalo Guijarro es portavoz del Sindicato APIA.