Novela
El peligro de poner la oreja por Francisco Pérez Abellán
El profesor Doctor Aitor Curiel acaba de regresar de la Academia del FBI en Quantico, Virginia, USA, donde ha dado un curso en el que ha informado de varios asuntos relacionados con su ciencia así como sobre la huella de oreja. Como ya les informé en otra crónica negra, Aitor Curiel es el primer especialista doctor en huellas del pabellón auditivo, marcas que dejan los delincuentes que se atreven a comprobar si hay alguien dentro del domicilio a robar. La marca de oreja del delincuente es la penúltima sorpresa de la identificación criminal donde, aunque parezca otra cosa, aún resuelven más casos por el cotejo de las huellas dactilares que por el análisis del ADN.
Los delincuentes, a la vez que más osados, se han vuelto más distraídos. Es frecuente encontrar en la escena de un atraco el DNI o carnet de identidad de los autores, por despiste, mala cabeza, nervios o distracción. En el doble asesinato de las policías en prácticas de Castelldefells, el criminal, Pedro Jiménez, se dejó en el piso de los homicidios la factura de un teléfono móvil que al parecer acababa de comprar. Había atado a las víctimas, las torturó y les dio muerte intentando borrar las huellas pegándole fuego al piso, pero sacó algo de una bolsa y se le cayó el papel comprometedor con nombre dirección y …teléfono móvil.
Hace tiempo que los delincuentes aprendieron a forrarse las yemas de los dedos con esparadrapo para no dejar impresiones dactilares, pero casi ninguno cae en que arrimar la oreja para escuchar al otro lado representa el peligro de dejar de recuerdo el otograma, o identificación por el pabellón auditivo. En Madrid, una joven de veintipocos años ha sido descubierta como ladrona reincidente debido al olvido de su cuadernillo de teléfonos que lleva en la portada una foto de Daisy, la novia del Pato Donald. La joven, tan sagaz y peripuesta para entrar en las casas haciéndose pasar por una estudiante que busca compartir una casa obteniendo una habitación, es sin embargo de una simpleza aberrante al dejarse olvidado el cuaderno con sus datos.
El robo es un riesgo grande para el que se atreve a violar la Ley y si se delata por su falta de cuidado lo único que hace es subrayar la falta de madurez que la atenaza. La Policía descubrió a Daisy en un hogar del que se habían llevado dinero, tarjetas de crédito y otros objetos de valor. En medio del cuarto, donde había estado sentada la joven encantadora que se interesaba por el alquiler de una habitación. Dentro del cuaderno había pruebas suficientes para localizar a su dueña y para imputarla del vaciado que había hecho en la casa robada.
Huellas latentes
Los investigadores han aprendido a ser pacientes y minuciosos: de un solo golpe de vista pueden distinguir si algo no encaja en un piso destripado. Detectar una huella latente, la de un dedo de la mano ya es más difícil, pero la costumbre hace que los investigadores la tengan por la primera arma para identificar presuntos delincuentes. Y llegamos a la captura por las orejas. En España ya hay algunos caso que documentan jurisprudencia en la que la investigación ha descubierto a los autores por la descuidada indagación de un hogar.
Los delincuentes se han convertido en gente pagada de sí misma que van dejando rastros visibles por donde quiera que van y los defensores de la Ley sólo tienen que estar atentos para saber quién se lleva la droga, quién roba bolsos, quién atraca bancos.
En un lugar encuentran un teléfono móvil, en el otro, una factura y en la puerta cerrada la oreja del más curioso de la banda. Llega la época de los crímenes de oreja. Gracias al profesor Aitor Curiel, director del Máster de Investigación ideal para doctorarse en Criminología y Escena del Crimen ya lo saben desde la Universidad Camilo José Cela a la academia de Quantico del FBI.
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