Roma
Velázquez un pintor sin añadidos
El Museo del Prado recupera la composición y los colores originales de los retratos ecuestres de «Felipe III» y «Margarita de Austria»
El tiempo va añadiendo a los cuadros su propia colección de pátenas y capas que van distorsionando las pinturas. Una mano invisible y muy lenta que, poco a poco, va alterando el propósito incial que ideó el artista y, por tanto, la percepción de la obra y la lectura que le han ido dando a lo largo de los siglos los sucesivos reyes, espectadores, críticos y visitantes que las han contemplado en palacios o en el museo del Paseo de Recoletos. A los retratos ecuestres de «Felipe III, a caballo» y «Margarita de Austria, a caballo», de Diego Velázquez, les cambiaron las proporciones iniciales que les dio el maestro sevillano por algo tan singular como el tamaño que poseían. Aquella tendencia a la verticalidad no resultaba idónea o conveniente para la decoración del nuevo Palacio Real, que sustituía a aquel alcázar de la capital que ardió de pronto en un incendio sin dejar ni rastro de su arquitectura. Y este concepto, al final, pesó más que el respeto que se merecía el lienzo de uno de los mayores creadores de la historia de la pintura.
Composición coartada
A ambos lados de estas telas, que Velázquez hizo en colaboración con el taller, se cosieron posteriormente, en el siglo XVIII, dos bandas laterales (perfectamente reconocibles) que ampliaban los paisajes del fondo, pero que también quitaban la perspectiva, el empaque y el talento que les dio el artista. Después de casi dos años de medir bien las pautas que debía seguir la intervención y de estudiar estas joyas con detenimiento, el Museo del Prado ha restituido las medidas originales a los óleos, que, en un principio estaban colocados en el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, junto a los cuadros dedicados a las batallas (como «Las lanzas») y los trabajos de Hércules. La pinacoteca presentó ayer, de la mano de Gabriele Finaldi, director adjunto de Conservación del Museo Prado, el resultado.
Se exhiben ahora en la sala principal de la pinacoteca, donde se pueden ver «Las Meninas» y donde el esplendor de Velázquez es más que evidente. «Se añadieron dos bandas de unos cincuenta centímentos que cambiaron la composición y el formato horizontal, volviéndolos casi cuadrados. También coartaron la estructura compositiva», comentó Javier Portús, jefe de conservación de Pintura Española de la institución. Este trabajo permite ahora comparar estos retratos ecuestres con los otros tres que realizó el artista entre 1634 y 1635. De hecho, estas dos pinturas siempre supusieron un desafío de comprensión para los estudiosos que no veían la relación con «Felipe IV», «Baltasar Carlos» o «Isabel de Borbón», todos pintados a caballo. «La explicación está en Velázquez –añadió Portús durante la presentación–. En el de Felipe IV, el artista representa a la majestuosidad real con sosiego, dando la impresión de dominio; en el de Felipe III, al incluir un fuerte escorzo y ese cielo, le da a la majestuosidad cierto dinamismo y violencia».
Todo incluido
Rocío Dávila, que ha dirigido la restauración, encontró la solución para conversar adecuadamente la integridad de la obra tal como la hemos recibido hoy en día. «Estábamos obligados a conservar todo, incluidos los añadidos», comentó. Para eso tomaron una decisión. Separar esta parte –que se podía perfectamente– y enmarcarlos para, en el futuro, si fuera necesario, puedan sumársele de nuevo a las pinturas ecuestres. También se ha procedido a limpiar las superficies, sacando a relieve detalles y reflejando las condiciones lumínicas ideadas por Velázquez y que se habían perdido. De hecho, parte de la pintura había adquirido unas tonalidades grisáceas que volvían las composiciones mucho más pesadas de lo que son en realidad. «En el caso de "Margarita de Austria"–comentó Javier Portús–, se pueden ver detalles de la cabeza, el pelo y las patas del caballo. Ahora es posible apreciar su gran calidad. También nos permite recuperar el paisaje. La reina está pintuada contra un fondo que es el oeste de Madrid, con ese cielo de atardecer tan característico. Y es posible también distinguir el perfil de la sierra». De hecho, este velo artificial que se había posado sobre los trazos de Velázquez impedía apreciar la gama de constrastes, restaban perspectiva, reduciendo la secuencia de los planos espaciales.
La nueva Ariadna
El Museo del Prado aprovechó ayer para presentar también la restauración de una de las esculturas más conocidas de sus fondos: «Ariadna dormida», la mujer que ayudó a Teseo a escapar del laberinto del Minotauro y que acabó abandonada en la isla de Naxos, donde se casaría con Dionisos. Era una pieza que había llegado muy deterioriada y que había sido reparada en el taller de Bernini. Procedía de la colección romana de Cristina de Suecia y, en 1670 ya se la reinstauraron los brazos, la nariz, la barbilla, un pie y otros fragmentos dispersos. Unos añadidos que respondían a los criterios de restauración de la época, pero que habían dejado una fisonomía de marcas y de cicatrices en la piedra imposibles de disimular, sobre todo en el rostro. Algo que impedía percibir la figura, ya que la mirada tendía a perderse en las rugosidades de esas marcas. Ahora, todas esos ensamblajes se han limpiado de manera adecuada. La intervención, a cargo de Sonia Tortajada, facilita la contemplación de la escultura de una manera plena. Sobre todo en una sala que también se estrena completamente restaurada para el público.
Colores y perspectivas
La restauración de los óleos «Felipe III, a caballo» y de «Margarita de Austria, a caballo» afrontaba una serie de retos:
- La intervención debía conservar tanto la pintura original como los añadidos que se incorporaron a lo largo del siglo XVIII.
- El propósito era rescatar la composición original tal como la ideó Velázquez en su momento.
- Durante este proceso se ha recuperado el color original de estos cuadros, que permanecía debajo de un velo de suciedad. Ahora, también pueden verse los escorzos y los planos espaciales que realizó el artista.
- Se han respetado los «arrepentimientos», que, aunque disimulados, todavía pueden verse.
La posibilidad de encontrar otros «Velázquez»
No será la última vez que oiremos el nombre de Velázquez a lo largo de este mes de diciembre. El próximo día siete saldrá a subasta un óleo atribuido a él que ya ha llamado mucho la atención. Mientras el especialista Jonathan Brown evita pronunciarse sobre la autoría de esta pintura, Carmen Garrido, del Museo del Prado, ha dicho que pertenece al maestro sevillano. Gabriele Finaldi, director adjunto de Conservación de la pinacoteca madrileña, evita cualquier juicio a este respecto, como es lógico cuando se trata de una pieza que sale a la venta. Pero, sin embargo, no descarta que aparezcan más telas de este artista en el futuro. Sobre todo de trabajos pertenecientes a su época más temprana o del viaje que realizó a Roma. De hecho, la suma total que forma el canon vigente de sus obras, y cuya referencia es El Prado, arrojan una cifra realmente baja para todos los años en los que este pintor estuvo activo.
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