Barcelona
Cambio de pareja por Julián Redondo
Calculan los expertos en política, que, por cierto, se equivocan tanto como los especialistas en economía o en deportes, que para eso entienden y han estudiado, que en España hay tres millones de votantes que inclinan la balanza electoral cada cuatro años. El estereotipo: no pertenecen a ningún partido, no pagan hipoteca, no disfrutan de un piso de protección oficial y no suman los puntos suficientes para llevar a sus hijos a un colegio concertado.
Pagan por todo y exigen. Nada les ata a los partidos mayoritarios ni a los otros. Son libres, como los aficionados al fútbol que no discuten ni por el Real Madrid ni por el Barcelona, aquellos que, entregados a unos colores menos universales, disfrutan dando rienda suelta al buen gusto y aplauden al más capaz, al más entusiasta y al que más aporta al espectáculo.
Desde que Pep Guardiola se hizo cargo del banquillo del Barcelona, el número de simpatizantes azulgrana se ha multiplicado en todo el mundo. Su concepto futbolístico, su saber estar, su vencer sin intimidar, la utilización de la cantera, el estilo y su mensaje de mesura y fútbol luminoso han calado. Todo ello funciona hasta que alguna de las claves falla, o hasta que el eterno rival espabila.
Ahora el Barça ya no deslumbra cuando juega fuera de casa, salvo en el Santiago Bernabéu, y el Real Madrid es un ciclón que ha marcado 75 goles en 22 partidos de Liga, que aventaja en 10 puntos al perseguidor y que además juega que da gusto verle.
¿Ha llegado el momento del cambio de pareja para quienes disfrutan con el fútbol por encima de los colores? Podría ser.
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