Sevilla

Del golpe de Estado a la Guerra

La sublevación de julio de 1936, organizada desde Pamplona por el general Mola en la primavera de ese mismo año, triunfó en Galicia, León, Castilla la Vieja (excepto Santander), las capitales aragonesas, parte de Andalucía –incluyendo Sevilla y Cádiz por la actitud decidida de los generales Queipo de Llano y López Pinto, respectivamente, y las ciudades de Córdoba y Granada–, Navarra, Álava, las islas Canarias, islas Baleares –excepto Menorca– y el Protectorado marroquí.

Del golpe de Estado a la Guerra
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Quedaron también enclaves aislados, que resistieron los envites de las fuerzas gubernamentales como las ciudades asturianas de Oviedo y Gijón, al mando respectivamente de los coroneles Aranda y Pinilla; el Alcázar de Toledo, a las órdenes del coronel Moscardó, o el Santuario de la Virgen de la Cabeza, en la provincia de Jaén, donde se refugiaron guardias civiles de diferentes puestos de la zona junto a sus familias y escribieron una de las páginas de heroísmo más impresionantes de la Guerra Civil española, resistiendo sin posibilidad de triunfo casi un año al mando de un capitán de la Benemérita de apellido Cortés, como el conquistador.Pero el golpe de Emilio Mola fue un sonoro fracaso en las zonas clave del territorio nacional como la capital –Madrid–, la totalidad de Cataluña, Castilla la Nueva, Valencia, Extremadura y Murcia, gran parte de Andalucía, Guipúzcoa, Vizcaya, Asturias, Santander y la isla de Menorca. Madrid era el escaparate en el que se miraba el resto de la España centralista de entonces. Además de las numerosas unidades militares acantonadas en la capital y sus alrededores, bien dotadas de armamento y personal, en Madrid se encontraban todos los centros de decisión y de comunicaciones, los ministerios y el Banco de España, con sus reservas de oro, a las que aludiría en esas fechas el propio Indalecio Prieto y utilizaría Negrín, como ministro de Hacienda, para pagar la ayuda soviética. Que el golpe hubiera triunfado en Madrid habría sido fundamental para los sublevados, y así lo asumió Franco cuando fue nombrado generalísimo del Ejército Nacional el 1 de octubre de ese mismo año, intentando repetidas veces –aunque infructuosamente– el asalto a la capital de España. Pero el general Fanjul y los sublevados madrileños fracasaron en los cuarteles de Campamento y se encerraron en el Cuartel de la Montaña, que sería, a la postre, la tumba del alzamiento y de muchos de sus hombres.Según la tesis más difundida y que ha visto la luz estos últimos años, el motivo del fracaso del alzamiento hay que buscarlo en la mala organización del golpe por parte de Mola. Pero la realidad de los hechos se ha encargado de poner los puntos sobre las íes; el fracaso vino a producirse por el influjo de cinco factores –es posible que más– que actuaron en la misma dirección para, al final, decantar la situación en contra de los intereses de los sublevados y convertir el golpe en guerra civil. 1º.– La falta de unidad de los componentes del Ejército español, que en 1936 estaban fuertemente politizados. Frente a una gran mayoría de oficiales comprometidos con el golpe, los generales y gran parte de los jefes, bien se situaron en contra del mismo o bien se comportaron de manera precavida respecto al resultado final, no decantándose hasta que las cosas estuvieran más claras. 2º.– La falta de apoyo al golpe de la mayoría de los generales con mando de División o de Brigada. Solamente 24 de los 72 generales existentes en los escalafones del Ejército español dieron su apoyo a la asonada, y de éstos, sólo 13 tenían mando sobre tropa. 3º.– La negativa a apoyar la sublevación de buena parte de las fuerzas de Seguridad –Guardia Civil, Guardia de Asalto y Carabineros–. En muchas de las capitales de provincia, la toma de posición de las unidades de Seguridad fue determinante para inclinar el platillo de la balanza del triunfo o del fracaso de los comprometidos con el golpe. Bien conocido es el caso de la Ciudad Condal, donde las fuerzas de la Guardia Civil del coronel Escobar, junto a las milicias anarquistas, socialistas y comunistas, aplastaron en muy poco tiempo a los alzados barceloneses.4º.– La pusilánime y –en muchos casos– tardía actuación de algunos de los jefes comprometidos en el golpe, actuación que disipó el elemento sorpresa, algo fundamental en la situación de inferioridad de medios que tenían los sublevados en grandes ciudades como Madrid o Barcelona.Asesinatos masivos5º.– Por último, hay que apuntar también que debido a que Mola había concebido un golpe rápido, de a lo sumo dos o tres jornadas, no había previsto la participación en el mismo de unidades de Marina. Si bien algunos enlaces del general en las Bases Navales estaban al tanto de la sublevación, éste no había reservado ningún papel a las fuerzas navales. El fracaso del alzamiento en las bases de Cartagena, Mahón y Prat de Llobregat, así como en la gran mayoría de buques de la Escuadra, provocó un aluvión de asesinatos masivos de oficiales y jefes de la Armada. El fracaso del golpe de julio de 1936 fue debido a los retrasos, vacilaciones de última hora, falta de coordinación de las columnas, e incluso, en algunas plazas, al exceso de confianza de los jefes sublevados. De cualquier manera, casi tres años de guerra civil iban a ser el triste colofón a la aventura republicana que comenzó en la España de principios de los años 30 del pasado siglo XX. Una aventura que resultó bien cara a los españoles, que pagaron un tributo de sangre por los excesos y las pasiones de la clase política. Las armas sustituyeron a la palabra cuando ya sólo se oían palabras de odio, de muerte y de guerra civil en los mítines y en el Parlamento.www.gallandbooks.com