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Salvar a los padres de Cepeda por Francisco Pérez Abellán
Los padres de José Javier Cepeda Torrijos, cabo del Ejército del Aire, asesinado a tiros el 19 de abril de 2007 en Usera, Madrid, viven la angustia de ver cómo pasa el tiempo y el homicidio de su hijo no se resuelve. Han acudido a la prensa para que el caso no se archive y dicen que para sobrevivir, o librarse de la depresión, han tenido que apuntarse a actividades como bailes regionales o talleres de teatro.
El asunto es que la muerte del cabo Cepeda forma parte de ese tanto por ciento de asuntos sin resolver desde hace cinco años. El ominoso paso del tiempo hace suponer a sus progenitores que podría quedarse para siempre en el limbo de lo desconocido. Y lo cierto es que antes, cuando estaba el anterior partido en el poder, casi no merecía la pena moverse porque no estaban por la mejora o la renovación. El equipo de Ignacio Cosidó, en cambio, tras luchar contra el inmovilismo y el dedazo de la política de sus antecesores, tal vez sea más sensible a la creación de una nueva brigada especializada en casos difíciles.
La madrugada de abril de 2007, el cabo Cepeda, músico de la Guardia Real, donde se exhibía como gran conocedor del clarinete, la gaita y el tífano, deambulaba por los alrededores del Metro de Usera cuando alguien le metió dos balazos, uno de ellos a cañón tocante. Tenía 29 años y era un hombrón sano y sin complicaciones.
Lo último que se sabe de él es que, sobre las 23:30, había acompañado a uno de sus amigos con el que celebraba un cumpleaños cerca de la estación de Usera. Su amigo se marchaba con destino a Alcobendas. Sus padres dicen que hay un vacío desde esa hora hasta el momento en el que le disparan, sobre la una de la mañana. Mientras José Javier caía al suelo y era atendido por una pareja, una señora veía desde su ventana cómo tres individuos que le parecieron sudamericanos huían corriendo.
El padre, José Cepeda, dice que seguramente esa mujer podría hacer un retrato robot de alguno de los individuos que vio. También considera que la pareja que ayudó a su hijo tienen mucho que decir, pero que nadie se ha tomado en serio el caso. Ya nadie puede decirle a José Javier por qué le dispararon, pero hay algo cierto:no lo hicieron para robarle. Tenía todos los objetos de valor y la cartera con dinero, que nadie había tocado. Según las pruebas balísticas, le dispararon con calibre nueve milímetros corto y de fabricación checa. Uno de los tiros le entró por la parte izquierda del pecho y se quedó dentro. El otro tiene orificio de entrada y salida. La bala se perdió en el parque.
Según los testigos, el herido sólo pudo murmurar: «Me muero». Dos de los individuos que participaron en el asesinato se fueron por la calle del Olvido y el tercero por la de Mirasierra.
La madre cree que pudo encontrarse con alguien que no le convenía o que vio algo inconveniente. Es posible que se juntara con delincuentes sin saberlo porque era muy confiado. Llevaba nueve años en la Guardia Real. Su pasión era la música, formaba parte de una banda de Alcázar de San Juan, donde viven sus padres, y de una orquesta llamada Daiquiri. Hay que salvar a sus padres porque les arrastra la pena.
La única posibilidad que les queda es que se encuentren nuevos testimonios o pruebas. Para los policías se ha llegado a un callejón sin salida. Sin embargo, saben que los padres no desistirán y que se juegan la salud y la vida. Hay que encontrar a los asesinos del cabo Cepeda, porque si no también habrán matado a sus padres en vida.
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