Barcelona
Madrid titánico
Esfuerzo titánico y recompensado del Real Madrid para engancharse a la Liga, después del traspié del Barça en El Molinón y tras la expulsión implacable de Casillas. Empezó el partido prácticamente con uno menos a 8 puntos del líder y acabó a 5, con la ilusión renovada.
Mateu Lahoz dejó al Madrid con diez en el minuto 2, augurándole una larga y penosa travesía por Cornellà-El Prat; luego fue condescendiente con Baena y Carvalho, con Alonso, amonestado en el 19 por protestar un posible penalti de Amat, y perdonado sucesivamente por acciones con tufo a segunda tarjeta. En el recuento final, si Adebayor hubiese estado un pelín acertado ante Kameni, el Real habría goleado al Espanyol, incapaz de sobreponerse al empuje del visitante y a las ventas de Víctor Ruiz y Dídac en ese mercado de invierno que sólo sirvió para debilitar al buen equipo de Pochettino.
Cuando Mateu Lahoz, el árbitro más admirado de Mourinho después de Howard Webb, expulsó a Casillas casi en el calentamiento, la suplencia de Kaká, uno de los mejores frente a la Real Sociedad, de Sergio Ramos, en beneficio del titularísimo Arbeloa, y la omnipresencia de Adebayor, que para eso le han fichado y que no se engañe ni Benzema, pasaron a un segundo plano. La jugada en cuestión condicionó el partido, en su totalidad. Callejón se escapó de Pepe, salió Iker del área, metió el pie para despejar el balón y rozó, porque no fue una patada, la pierna del antiguo canterano madridista. Éste se tiró, cayó como fulminado por un rayo. El colegiado, que seguía la jugada de frente y a pocos metros, dejó al Madrid con diez, a Marcelo con el brazalete, a Di María, el sustituido sin despeinarse, con dos palmos de narices y al joven Adán en la portería.
Adán, siempre seguro, se lució en su primera intervención y Mateu, valiente en su primera decisión, en la que debió ser segunda y también trascendental se abstuvo: era el minuto 7, entró a rematar Khedira, Baena le agarró de la camiseta y le derribó. Si lo de Casillas fue expulsión, esto tuvo que ser penalti. Sin discusión. Lahoz utilizaba el martillo, según –tampoco vio pena máxima en la mano posiblemente involuntaria de Amat (min 19)–, mientras el Madrid y el Espanyol intentaban ser implacables en cada ataque. El uno lo intentaba con un número reducido de elementos –Cristiano y Adebayor– y el otro se volcaba sin sacar en limpio más que córners, provocados casi siempre por Javi Márquez.
Cuando el Madrid reorganizó las líneas, contragolpeó. Solía partir la pelota de los pies de Alonso, para que entre Cristiano y Marcelo hicieran jugada. Lo bordaron en el minuto 24, con remate final del brasileño quien, con la zurda, dobló la mano de Kameni y marcó. El equipo de Mourinho volvía a exhibir raza de campeón, aplicado en aprovechar el traspié del Barça ante el Sporting y decidido a reducir la ventaja blaugrana de ocho puntos a cinco.
Adebayor rozó el 0-2, llegó trastabillado y el tiro parabólico, forzado, pegó en el larguero. En su zaga, Carvalho, central vicioso del empujón, de quitarse de encima al delantero metiendo el codo, estuvo a punto de provocar el 1-1. Sergio García, que le conoce, exageró la caída y el árbitro miró para otro lado, hacia el campo contrario, donde Cristiano chutaba contra las manos de Kameni. Así terminó la primera parte, con el Madrid al acecho del meta españolista y más pólvora en sus botas. Jugaba con diez, pero mejor.
Los cambios de Pochettino no mejoraron al Espanyol, le costaba llegar hasta Adán, debutante en la Liga, y Mourinho estiraba el tiempo y agotaba a sus hombres antes de introducir los suyos. Todos se vaciaron y hubo uno, Adebayor, a quien sólo le faltó el gol. Gozó de tres ocasiones, dos las armó él: la reseñada del larguero; la penúltima en el minuto 82, después de robar la pelota en la media, combinar con Cristiano y tirar a las manos de Kameni; la última, sólo tres minutos después, casi idéntica a la anterior: el centro de Ronaldo merecía mejor suerte y acabó despejado por el meta camerunés. «Manolito» lo hizo todo bien, «fantástico», según su entrenador, pero falló más goles que Benzema; lo cual no fue obstáculo para que su equipo saliera de Barcelona, precisamente, con la ilusión liguera renovada.
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