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Fiestas de importación

La Razón
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La última broma del calendario, que también está globalizado, es la deslocalización de fiestas, tal que si fueran empresas en pérdidas. Lo mismo se celebra una feria de abril en Hospitalet que sale por Chamberí una réplica de La Macarena bajo un palio de cartón-piedra. En este ambiente de intercambio cultural, la madrugada sevillana se llena de calabazas cada primero de noviembre, al más puro estilo Oklahoma, y hasta un encierro sanferminero ha vivido la Avenida aunque fuese por exigencias del guión. Esta semana es rica en jolgorios importados: desde que a algún pirado le dio por el esoterismo, se celebra en la Alameda una «nit del foc» como la de Alicante en San Juan; y, gracias al empeño derrochador de un Ayuntamiento volcado con la facción más loca del universo gay, tendremos un Día del Orgullo ídem la mar de berlinés. Si el respeto al colectivo homosexual consiste en proporcionarle fondos a una asociación minoritaria para que unos señores con bigote se suban a una carroza disfrazados de putón verbenero, cuéntenme siempre entre los irrespetuosos. Es mejor pensar que nuestros munícipes obran de este modo por mero mimetismo hacia lo que ellos consideran modelos de modernidad que tratar de buscarle una interpretación intelectual al asunto. Que de ahí al psicoanálisis no hay más que un paso y alguno podría llevarse un diagnóstico nada amable.