Francia
Una madre confiesa que asesinó a ocho recién nacidos y los enterró en su jardín
Durante 20 años, con absoluta frialdad, asfixió a los ocho bebés que tuvo y los enterró. Ni su esposo llegó a saberlo.
París- No quería tener más hijos, pero tampoco acudir a un médico para que le recetara un anticonceptivo. Es la simple y escalofriante razón argüida ayer ante la Policía por Dominique Cottrez, de 46 años, que confesó ser la autora del infanticidio múltiple más grave que Francia haya conocido en los últimos tiempos.«Un caso fuera de lo normal por el alto número de neonatos» según el fiscal de Douai (norte del país), que confirmó la imputación de la sospechosa por «homicidio voluntario de menores de quince años», un delito que le podría costar la cadena perpetua, y por el que ayer ingresó en prisión preventiva. Interrogada desde el martes tras el descubrimiento de los cuerpos, sorprende la rapidez con que Cottrez ha reconocido su responsabilidad, como si la confesión la liberara de un peso que ha arrastrado en silencio durante los últimos veinte años. También impacta la sangre fría con la que habría actuado.Consciente de lo que hacíaAsegura que fue consciente en todo momento de lo que estaba haciendo. Tanto de los sucesivos embarazos que ocultó a su entorno pero nunca se negó a sí misma, a diferencia de lo que suele ocurrir en otros casos de infanticidios, como de los asesinatos que perpetró. Encinta hasta en ocho ocasiones desde 1989, esta auxiliar de clínica a domicilio y madre de dos hijas de una veintena de años, admite haber dado a luz a ocho criaturas a las que recién nacidas y de manera sistemática asfixió y ocultó sus restos en bolsas de plástico. Luego las escondía en el jardín de una primera vivienda, cuyos propietarios actuales hicieron el sórdido hallazgo el pasado fin de semana, y el garaje de su nuevo domicilio, a apenas unos metros de distancia, en Villers-sur-Tertre, al sur de Lille.El nexo común de este macabro suceso con otros casos similares es la actuación en solitario. Ante los investigadores, su marido, Pierre-Marie Cottrez, de 45 años, ha asegurado que nunca supo de los actos de su esposa ni siquiera de los embarazos que, por su gran corpulencia, la mujer pudo disimular con cierta facilidad. Por eso el juez de Instrucción decidió dejar en libertad a un padre de familia completamente desmoronado, desoyendo la petición de la Fiscalía, que solicitó su imputación por «no denunciar los crímenes» y por «estar en posesión de los cadáveres». La autopsia de los cuerpos, algunos bien conservados, según las pesquisas, y los exámenes genéticos deberán confirmar en las próximas horas si la presunta acusada es la homicida, así como los lazos de filiación de los bebés con el matrimonio.
Los 700 vecinos de los Cottrez coinciden: «Era rara» En Villers-sur-Tertre, un pequeño pueblo de apenas 700 almas, sus habitantes se debaten entre la incomprensión y la incredulidad. Ayer por la mañana creían despertar de un mal sueño, pero las ocho velas que el cura comarcal había depositado ante la fachada de la vivienda, en memoria de las ocho víctimas, se encargaban de recordar la truculenta realidad. «Estoy muy conmocionado», aseguraba el religioso, incapaz de entender «cómo se puede arrojar a recién nacidos en sacos de basura». El resto de vecinos, sorprendidos por lo siniestro de la noticia y porque en ningún momento se percataron de los embarazos de Dominique Cottrez, se hacían la misma pregunta. Según los testimonios, los Cottrez reunían todas las características de un matrimonio «ordinario». Serviciales, educados y amables. Él, además, muy implicado en los asuntos locales como miembro del Consejo municipal. Ella, sin embargo, mucho más discreta, rara, introvertida. «Salía muy poco y no participaba casi en la vida del pueblo», señalaba ayer Patrick Mercier, el alcalde de una población estremecida por un atroz crimen que sus habitantes juzgan con más pena que odio.
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