Murcia
Muertas
Sacrificar la igualdad (art. 14 CE) nos hizo a los hombres sospechosos, pero no ha dado los resultados que pretendían quienes apoyaron la ley de violencia de género, es decir, todo el arco parlamentario: no hubo ni un solo voto en contra, pues sabían que quien lo hiciera sería tenido por partidario de matar mujeres (¿). Nos engañaron y camuflaron bajo coartada protectora lo que no era sino salida en falso inspirada en las estúpidas obsesiones de la ministra «miembra». Se convencieron (y convencieron a la sociedad) de que cabía conseguir la delincuencia cero en un asunto que afecta a la práctica totalidad de los habitantes adultos del país (todos, en mayor o menor medida, hemos tenido historias sentimentales susceptibles de ir a peor) y pretenden seguir con el engaño, pues, para ellos, el repunte de muertas, que no saben cómo explicar, no hace tendencia. Y lo peor es que el previsible ganador de las próximas elecciones, el PP, no lo tiene más claro que aquellos a quienes pretende echar de la poltrona, así que seguirá el estéril sacrificio de derechos fundamentales no para que haya menos muertas sino para seguir aparentando más feminismo que nadie en los funerales. Lo que ahora toca es comparar el fracaso de la ley de violencia de género (más muertas que antes) y de la legislación antitabaco (más fumadores que antes) con el éxito de la campaña de tráfico (menos muertos que nunca) para exigir que el asunto de la muerte de mujeres sea dirigido por personas capaces y no por ministras florero abocadas no ya al fracaso sino a la más que probable contribución a la estadística a base de apoyar una ley equivocada, por muy avalada que venga por el Tribunal Constitucional, esa voz de su amo que le ha salido al Gobierno.
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