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«La Codorniz» con todas sus plumas

Dónde: Museo de la Ciudad. Madrid. Cuándo: hasta finales de febrero de 2012. Cuánto: entrada libre. 

Más de 300 dibujos se reúnen en esta exposición del Museo de la Ciudad
Más de 300 dibujos se reúnen en esta exposición del Museo de la Ciudadlarazon

MADRID- No es la primera, pero quizá sí la más completa exposición que se haya realizado de una revista que fue emblema de las generaciones de la segunda mitad del siglo XX. Hablar de «La Codorniz» (1941-1978) son palabras mayores. No fue una revista cualquiera. La fundó Miguel Mihura, representante del humor de la «otra generación del 27» junto a Herreros, Neville, Jardiel Poncela y Fernández Flórez. Tuvo en sus filas al grupo de humoristas gráficos más importante de España, germen de todos los que han trabajado y trabajan distribuidos por las principales cabeceras nacionales. El Museo de la Ciudad acoge una muestra excepcional como homenaje por el 70 aniversario de su nacimiento y 30 del fallecimiento de Álvaro de Laiglesia, su director durante treinta y tres años. Un hito en la historia del periodismo español.

La exposición, cuyo comisario es Felipe Hernández Cava, ilustrador de LA RAZÓN, rinde tributo a sus principales dibujantes, figuras fundamentales del humorismo español de los siglos XX y XXI, a través de más de 300 dibujos originales. «Son obras de 3Ozores3, Abelenda, Chumy Chúmez, Forges, Gila, Goñi, Herreros, Cebrián, Madrigal, Máximo, Mena, Mihura, Mingote, OPS, Pablo, Sir Cámara, Summers, Sun, Tono… entre otros muchos», señala Hernández Cava, orgulloso del material conseguido. Y homenajea especialmente a Enrique Herreros, clave para entender la grandeza de la publicación. Hernández Cava es el comisario de esta ambiciosa muestra.

-¿Cómo surge la idea de montarla?
-Son varias las razones. Se acercaba el 70º aniversario y pensé en homenajear a la publicación y, sobre todo, a Enrique Herreros, la figura clave que explica toda su evolución. Su espíritu, que comenzara a finales de los cuarenta, fue fundamental para las generaciones posteriores. Él, que bebía de Goya y Solana, fijó una línea española y cervantina. De paso, quería recordar la muerte de Álvaro de Laiglesia, una figura muy popular en su día y que ha quedado arrinconada. También a gente como Fernando Perdiguero –Menda–, que, viniendo de la Guerra Civil, hizo una transición modélica en una redacción en la que había dibujantes de todas las tendencias políticas.

-¿Ha sido difícil reunir el material?
-Dificilísimo. Un año de trabajo intenso. El problema es que no hay archivo, entonces no se daba valor a los originales y los tiraban. He tenido que acudir a coleccionistas privados, a hijos de dibujantes, repetir visitas hasta reunir 600 originales que al final he dejado en 360. Ha sido muy laborioso. Cuando venían de la imprenta los metían en un saco y el primero que pasaba se los llevaba. Algo impensable ahora.

-¿La censura agudiza la imaginación?
-Ésa es una teoría que se cita a menudo. Yo pienso que los regímenes totalitarios no fomentan la imaginación. En libertad hubiese sido más o menos igual la trayectoria. Los encontronazos eran más bien de tipo moral. Otras veces, la censura se estrellaba con criterios absurdos. El censor creía ver cosas que iban más lejos de la intención. Mihura era surrealista, Álvaro de Laiglesia, costumbrista y social. Fue en los años 70 cuando comienza a entrar en política con la Transición.

-¿Cuál fue el secreto de su longevidad?
-Que era una publicación que se leía en familia y no hubo competencia hasta que apareció «Hermano lobo», que resultaba más política.

-Consiguió, además, tener a los mejores.
-Así es. Su periodo más delicado fue en los 50, cuando un grupo de los más brillantes se escindió para crear «Don José».

-¿Qué sucedió entonces?
-Se abrió la puerta a otros jóvenes. Cuando cerraron, Álvaro de Laiglesia volvió a acogerlos sin rencor, lo que hizo que se convirtiera en longeva. El primer golpe severo para su desaparición fue la muerte de Perdiguero, figura sustantiva y sustancial del proyecto, puesto que el director estaba más atento a otras cosas y apenas le hacía caso. Otro fue la aparición en 1972 de «Hermano lobo», seria competencia. A la muerte de Franco, las revistas de humor viven un momento bastante delicado. Al haber un periodismo más libre, la gente se olvidó de los humoristas, que acabaron publicando en prensa. Fue una verdadera lástima.

-¿Por qué no hay ahora revistas de este tipo o sin tanta popularidad?
-Tenemos «El jueves», pero no es lo mismo. «La Codorniz» la leían padres e hijos, todo tipo de público, se pasaba de mano en mano. Ahora se hace para una edad concreta e incluso para una ideología, y desde el punto de vista gráfico está más formada en la estética del cómic.

 

Dos veces en el museo
Dice Felipe Hernández Cava que la búsqueda del material fue laboriosa y ardua. Sin embargo, esta resurrección de «La Codorniz» devuelve a la actualidad una publicación única. No es, sin embargo, la primera vez que se hace hueco en un museo. Recordemos que el Reina Sofía ya le dedica, en el segundo tramo de su colección permanente que inauguró en otoño de 2010, un apartado. Para el director del centro de arte, «era una ausencia que debía paliarse porque tuvo una enorme importancia y trascendencia en su momento», de ahí que sus ejemplares luzcan ahora en las vitrinas y que se convirtiera en uno de los atractivos de la exposición. Éste es su segundo rescate en poco más de un año.