Comunidad de Madrid
Obligados a cerrar
Los comerciantes de Sol revivieron ayer su calvario de 2011
MADRID- Los comerciantes de Sol recuerdan con estremecimiento la acampada que, hace un año, les hizo perder entre un 50 y un 60% de las ventas. «Estoy a favor de las reivindicaciones, pero fue muy malo para el negocio. No venía gente, se convirtió en una marranada», asegura Rebeca, propietaria de un establecimiento al comienzo de Arenal. Ella tuvo que «negociar» con los «indignados» para conseguir que retiraran los carteles que les impedían bajar el toldo. «Me pidieron agua y yo les dije que a cambio de que me despejaran el escaparate», cuenta. Pero para Lola González, propietaria de una administración de lotería en el centro de Sol, «lo vivimos como una pesadilla», el campamento se construyó a su alrededor. «Estámos muy nerviosos sólo por pensar que pueda repetirse. Nos arruinaron un mes y pico», exclama Lola. Tan sólo se atrevieron a acercarse los abonados «porque no tenían más remedio».
Otros comerciantes vivieron con curiosidad e incluso con simpatía los primeros días de la acampada, como le ocurrió a la empleada de la heladería Palazzo, Ana María, pero que pronto cambió de opinión. «Al principio bien pero luego fue desvariando y ya no era 15-M sino una romería», explica. Muchos clientes decidieron dejar de acudir a Sol e ir hasta Gran Vía, donde hay otro Palazzo. «Hubo algunos días que tuve que llamar a la Policía Nacional para que me despejara de gente la puerta y poder echar el cierre», recuerda.
Lo curioso es que son muchos los trabajadores de comercios de Sol que no quieren «mentar a la bicha» y rechazan realizar cualquier comentario sobre los sucesos de mayo de 2011. «Algunas tardes tuvimos que cerrar y perdimos la mitad de la caja», comenta someramente el único de los quiosqueros del kilómetro cero.
Desde la Confederación de Comercio Especializado de la Comunidad de Madrid (Cocem), Hilario Alfaro rememora la situación y observa similitudes de un año para otro. «El principio fue exactamente igual, se autorizó una manifestación y fue llegando gente hasta que no hubo manera de echarles», asegura. Entonces los indignados pactaron con los comercios dejar un pasillo de cinco metros frente a los escaparates y liberar la calle Carmen y Preciados de tiendas de campaña.
«Los primeros días el espíritu del 15-M era uno, pero luego se empezaro a sumar grupos marginales de toda la ciudad hasta que la visita del Papa y el calos les acabaron de echar», afirma. Los comerciantes no quieren que se repita la situación porque «hubo días en los que fue imposible vender nada», asegura Alfaro. «No habló nadie con nosotros y espero que esta vez no les dejen acampar», espera Mario, propietario de una tienda de regalos en la calle del Carmen. Otros, en cambio, renovaron su compromiso con el movimiento 15-M. «Nosotros apoyamos a los chavales hasta que llegó un momento en que se juntó gentuza y no nos convenía», recuerda Ronaldo del bar O'Miño y asegura que «seguiremos al pié del cañón si vuelven».
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