Eurocopa

Italia

Recital y tres de tres

España es la primera selección que encadena Eurocopa, Mundial y Eurocopa. «La Roja» infligió a Italia la mayor goleada registrada en una final: 4-0

Recital y tres de tres
Recital y tres de treslarazon

Viena, 29 de junio de 2008, concierto; Johannesburgo, 11 de julio de 2010, recital; Kiev, 1 de julio de 2012, coral. Tres finales, tres victorias, tres trofeos y uno, repetido: Eurocopa, Mundial y Eurocopa. No desencantó España y Del Bosque dio una lección más, ésta, de fútbol. Ante los italianos disputó la Selección el mejor partido del campeonato, y la mejor final (4-0), en el que se reconocía la brillantez de su juego. Las lesiones, además, lastraron a los transalpinos, que acabaron con diez, y Pirlo, un futbolista descomunal, pasó inadvertido entre Iniesta, Xavi, Silva, Alonso, Cesc y Busquets. «La Roja» remontó la fatiga, nos enamoró y dejó para la posteridad una lección descomunal. España pone el fútbol, el espectáculo, también.

Alguien dejó dicho que la ilusión despierta el empeño y que sólo la paciencia lo termina. Si no estaba pensando en «La Roja», lo parecía. La Selección empezó el viaje de la Eurocopa en Gdansk con el ánimo de que podía finalizarlo el 1 de julio en Kiev. Cinco partidos después, así fue. El tránsito resultó agotador en algunos tramos, pero revitalizador al saberse en la final. Y no hay mejor medicina que soñar con los pies en el suelo. Lo único imprevisto, el rival, Italia, la del empate, la creciente que no reducía ni un átomo la ilusión española, empeñada en la triple corona. La veía y la acariciaba cuando al bajar al vestuario en el descanso proyectaba cómo hacer del 2-0 un trofeo.

Como si el tiempo no hubiera pasado ni aquella primera parte italiana no hubiese agitado sus cimientos, Del Bosque repitió equipo; Prandelli, no. Cesc volvió a ser falso «9» y Buffon encontró delante una defensa de cuatro. Del Bosque estaba tan convencido de su planteamiento como Prandelli de que tenía que cambiarlo si quería avanzar. Pero la razón estaba de parte del español, porque a la seguridad en el sistema añadió el picante que en algunos partidos se ha echado de menos: el fútbol de «La Roja». Con toque, presión en todo el campo, solidaridad que haría llorar de emoción a Lech Walesa, profundidad, combinaciones imposibles y la «reaparición» de Xavi, el espectáculo se hizo gol en el minuto 14, después de haberlo rozado tres veces. Dominio y verticalidad, belleza mezclada con efectividad, ambas tan características, el cielo abierto. Arbeloa, en campo contrario, muy dentro, para Xavi, éste para Iniesta, que encuentra a Cesc en la línea de fondo, y Cesc centra y Silva se anticipa a Bonucci y a Barzagli y marca de cabeza. Buffon ve pasar la pelota. Pero no se deprime, aunque los españoles se abrazan, gritan y festejan. Queda partido.

Ronda España el 2-0 e Italia reacciona con pundonor y coraje. Busca a Pirlo y no lo encuentra, está rodeado; pero adquiere relevancia Montolivo, director de orquesta en tránsito. No es lo mismo; sin embargo, Casillas se aplica en despejar balones que llegan de córner, y un tiro de Cassano. ¿Ha desaparecido España? Le dura poco y nada el balón, soporta el arrabato de la «Azurra» y concede tiempo a la recuperación y a la reflexión: si al enemigo, adversario en el deporte, le das un respiro, resucita. Y la Selección jugaba, un partido más, en el filo de la navaja. Ahorra energía a costa de ceder terreno, que se canse el contrario. Todos defienden, recompone la figura y surge desde atrás.

Disfrutaron los italianos de unos minutos de gloria, efímera, ficticia, cuando después de una oportunidad de Cesc el torneo hizo justicia con la revelación: Jordi Alba. Xavi, que había desayunado tigre, almorzado pantera y merendado león, inventó uno de sus centros; Jordi, clase, garra, fuerza, técnica e intuición, lo adivinó para asombro de la sufrida defensa , la desbordó, midió la salida de Buffon y le venció. España desprendía perfume de campeona.
Prandelli hizo cambios; Bonucci, un penalti más nítido que el que le pitaron contra Alemania que Proença se tragó y la desgracia, no obstante, se cebó con el débil. Chiellini se fue lesionado; Cassano, agotado, y Motta, roto. Italia se quedaba con diez. Dejó de existir. Pedro suplió a Silva y Torres a Cesc. «El Niño», a pase de Xavi, hizo el 3-0 y dio el cuarto a Mata. ¡Qué pena!, terminaba el partido, inolvidable, con un triunfo rotundo (4-0) en una final y maravilloso. España, tricampeona. Del Bosque, «chapeau», primer técnico con Mundial, Eurocopa y «Champions», además de marquesado. Casillas, insuperable; el resto, sobresaliente, ¿y el Balón de Oro? Ése es el único partido que no ganarán los españoles.

 

Doce minutos de colorida fiesta de clausura
La ceremonia de clausura de la Eurocopa 2012 en el estadio Olímpico de Kiev, previa a la final España-Italia, fue un espectáculo colorido inspirado en el fútbol y en las dieciséis selecciones participantes en el torneo, al ritmo de la canción oficial de la alemana «Oceana». Doce minutos de entretenimiento, de color sobre el césped, en el que más de 600 artistas voluntarios, dibujaron, con sus propios movimientos, la pierna de un futbolista, las manos de un portero, la chilena de un jugador y el premio final: el gol.