Miami
Nicaragua: En el «día de la marmota» sírvase usted mismo
No es país para negros:
Poco a poco llegan noticias desde Libia que hablan de la persecución feroz que están sufriendo los libios de piel negra y otros subsaharianos radicados en el país desde hace décadas. Por ejemplo, los vecinos de Tawerga, la ciudad desde la que se lanzó el ataque gadafista contra Misrata, han tenido que huir de sus casas y refugiarse en campamentos a las afueras de Trípoli. Hasta allí van a buscarles las milicias rebeldes. «Se llevan a los jóvenes y no los volvemos a ver», denuncian las mujeres.
Nicaragua:
Pues lo del tango, que veinte años no es nada, al menos en Nicaragua. Repaso los candidatos que hoy, 6 de noviembre de 2011, concurren a las elecciones presidenciales y, sorpresa, sorpresa, todos me son inverosímilmente cercanos. Ahí está Arnoldo Alemán, el «gordo Arnoldo», a quien recuerdo, como si fuera ayer, enfrentándose a gritos con un grupo de internacionalistas mexicanos. Era en un restaurante por la laguna de Tiscapa la víspera de la victoria electoral de Violeta Chamorro sobre Daniel Ortega. El ambiente, cierto, estaba pesado en Managua aquel mes de febrero de 1990, y la presencia de miles de internacionalistas – «sandalistas» en el argot local– que apoyaban al sandinismo no contribuía a la calma. En pleno colapso del imperio soviético, la izquierda occidental, más o menos marxista, había hecho de Nicaragua la meca de la revolución y no era extraño tropezarse en las sofocantes avenidas de la ciudad, casi vacías de automóviles, con los últimos náufragos del ideal socialista. Así, nuestro Sánchez Gordillo, para siempre «alcalde de Marinaleda», andaba de corresponsal de una desconocida emisora de radio; Anne, una noruega rubicunda, enviaba sus crónicas, ¡por correo ordinario!, a un boletín sindical de Oslo. Pero también había italianos de las brigadas rojas, irlandeses del IRA, españoles de ETA, salvadoreños de FMLN, palestinos... Y los mexicanos. El «gordo Arnoldo», cansado de sus cánticos, y ciertamente sin chispita de sed, se fue para ellos al grito de «váyanse a chingar a su país». Les separaron a tiempo. Luego, ganó Violeta y a él le hicieron alcalde de Managua. También fue presidente, en 1996, y tuvo que enfrentarse al Mitch. No es mal tipo, aunque hubo un tiempo en que «Transparencia Internacional» le situaba entre los 10 gobernantes más corruptos del mundo.
En el «gordo», más bien en los «nicas», todo es exagerado.
Del otro candidato principal de la derecha, Fabio Gadea –el inventor de la Radio, así, con mayúsculas, en Centroamérica– recuerdo que era el portavoz de la Contra en San José de Costa Rica y que me lo presentó mi compadre Elbert Durán. Muy simpático y valiente. Primero le voló la emisora la Guardia Nacional somocista y, después, las turbas del Frente Sandinista. En aquellas elecciones no estaba en Managua ni tan poco en San José. Le habían intentado asesinar –mataron a su chofer– y buscó refugio en Miami. Para que le sitúen, es el que descubrió y lanzó en los años 70 a Carlos Mejía Godoy, el de los «perjumenes mujer». Ahora tiene 80 años y, por lo visto, ganas de meterse en líos. Es consuegro de Arnoldo Alemán, tienen ideologías parecidas, tal vez con más acento social en el caso de Gadea, pero no se llevan bien. Las encuestas dicen que juntos les iría mejor.
«El gallo ennavajado que amerita la nación»
Y, por supuesto, está Daniel Ortega con su inseparable Bayardo Arce, el mismo que en la noche del escrutinio de 1990, con un pistolón al cinto, se paseaba por el Palacio de Congresos, nervioso y alterado. «Me huelo que han perdido las elecciones», decía el llorado Joaquín Ibars. Y es que amanecía en Managua, y la Junta Electoral no había facilitado resultados. Entonces, como ahora, el dinero de la cooperación venía de Venezuela, pero, también y muy abundante, de España. Así que Felipe González y Carlos Andrés Pérez descolgaron el teléfono y los sandinistas reconocieron la derrota. No sé si Ortega ha desempolvado el pegadizo himno de 1990: «Daniel es el gallo ennavajado que amerita la nación p'a que sea presidente de este pueblo luchador»; pero sí que, como entonces, y como en 2006, se ha quitado el caqui. Ya no es revolucionario, pero su programa es imbatible: Chávez le pasa 400 millones de euros al año para que los administre sin el engorroso trámite de pasarlos por el presupuesto nacional. Daniel se ha montado una empresa para distribuir la pasta bolivariana y hacer clientelismo. También se montó una Corte Suprema a su medida. Dicen que va a ganar por mayoría. Por cierto, como hace 20 años, Nicaragua es el país más pobre de América, delante de Haití.
Hay que temerse que va a ser cierto lo de «guatepeor»
Hoy se celebra la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Guatemala. Desde hace días rige la «ley seca» y las empresas de refrescos hacen horas extra. En la imagen, un camión de una reconocida marca circula por la capital con su habitual servicio de protección. Dado que el país sufre una ola de violencia brutal, con más de cinco mil asesinatos al año y la multiplicación de «milicias privadas de seguridad» (van 234 linchamientos hasta octubre), el eje de la campaña ha sido la seguridad. Los dos finalistas son un empresario populista, Manuel Baldizón, y un ex-militar veterano de la guerra civil, Otto Pérez Molina. Los dos prometen mano dura, pero dura de verdad.
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