Berlín

Taut el arquitecto de cristal

Fue un hombre con un sueño: levantar una utópica ciudad en mitad de los Alpes suizos. Una metrópoli con casas que tuvieran paredes de cristal por las que se colara el sol.

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Lástima que la idea de este visionario –uno de los arquitectos más notables del pasado siglo, amigo de la Bauhaus y exponente de la creación en Alemania– se fraguara tras la Primera Guerra Mundial, hacia 1917-1918. Hombre de carácter fuerte y con una solidísima formación, Bruno Taut (Königsberg, 1880-Ankara, 1938) no era ningún iluso.

«La propuesta de la arquitectura en la cima de una montaña es claramente utópica, y Taut lo sabía mejor que nadie porque era un intelectual de primera fila», aseguró ayer Juan Barja, director del Círculo de Bellas Artes, donde estará abierta hasta mediados de julio la exposición que reúne treinta láminas sobre su proyecto «Arquitectura Alpina», que dedica al kaiser Guillermo II.

Su manera de construir, dice entonces, aspira a contribuir a la paz eterna, porque, como explica Eva María Barkhofen, directora del Archivo de Arquitectura de la Akademie der Künste de Berlín, institución propietaria de las obras expuestas en Madrid, «creía firmemente en la idea de que si las personas estuvieran consagradas a edificar este proyecto no tendrían tiempo para pensar en la guerra.

Procedía de una familia muy pobre, y por eso dedicó su vida a la construcción de viviendas dignas para las masas», explicó, y para ello se basó en las denominadas ciudades-jardín a través de las cuales la gente podría comunicarse.

Forma de herradura
Un ejemplo de ello es la urbanización con forma de herradura, que construyó en Berlín en 1915 (entre 1919 y 1924 levantó más de 10.000 viviendas), que albergaba en el centro un estanque, aunque no menos bella es la denominada «Ciudad corona», de 1917, para la que tomó como base los campamentos indios.

Pero si hay un edificio singular que destaque en la obra de Taut es la Casa de Cristal de Colonia, realizada para la Exposición Universal de 1914, en la que sobresale su impresionante cúpula de cristales de colores. En 1933, con el ascenso del nacionalsocialismo, tuvo que exiliarse en Japón y tres años más tarde emigró a Estambul, donde falleció en 1938.