Feria de San Isidro
Un torero y un hombre que rompió moldes
Tímido, reflexivo, introvertido e intimista, innovador, lector ávido que apasionó a escritores y artistas y, sobre todo, un hombre y un torero singular que trascendió a su tiempo hasta convertirse en una leyenda. Así retrata Salvador Balil al diestro en la biografía «Juan Belmonte, en la soledad de dos atardeceres» (Ed. Almuzara). El autor muestra el recorrido vital de Belmonte, desde sus inicios humildes siendo un torero de Triana que buscaba su mejor lance toreando desnudo a la luz de la luna, hasta su final, suicidándose en su finca de Utrera después de ver el ocaso. Dicen que fue porque, a sus 70 años, se le atravesó un amor imprevisto, y no correspondido, por una muchacha muy joven.
En la biografía se rememoran sus logros en la plaza, su impronta en el toreo contemporáneo, ya que fue el primero que puso en práctica los tres tiempos de la lidia: parar, templar y mandar y, por supuesto, su mítica rivalidad con Joselito. Cuando éste murió, Belmonte perdió una referencia humana y profesional.
Se retiró en dos ocasiones, la última antes de la Guerra Civil para dedicarse exclusivamente a su ganadería. A partir de ahí se agrandó su figura de torero serio y cabal.
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