Feria de San Isidro

Toreo añejo

La Razón
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Se ha roto el paseíllo en el coso de la calle Xátiva, todo tenía aroma a toreo antiguo. «La cofradía del santo reproche» que ha inundado Valencia venía buscándose a sí misma porque se anunciaba en los carteles José Tomás. Y ese torero que reaparecía, envejecido, con un traje lila con motivos de principios del siglo XX, reanudaba su vieja historia de toreo al límite. José Tomás ya no es un torero, es un mito viviente que no necesita ni un solo capotazo para que los tendidos vibren y se encuentren a sí mismos. Torero de mechón blanco que le emparenta con el antiguo Chenel, el diestro de Galapagar ha abierto su capa de verdad en esta tarde valenciana. Los de El Pilar, cómplices de esta ceremonia laica, han colaborado discretamente para la nueva entronización del héroe. Tomás es hoy una máscara antigua de un toreo viejo y contrario a la contemporaneidad.

Nunca uno ha visto en una plaza de toros tanta comunión con un torero y tanta liturgia alrededor de la tauromaquia. José Tomás desnuda a los actuales toreros y, como ha dicho recientemente Joselito, en cualquiera de sus 18 toros de la temporada «puede hacer lo que le dé la gana». Más allá del toreo, por encima de las circunstancias, no hay viento que pueda destruir esta esfinge con cara egipcia llamada José Tomás.

Con su blanca palidez, aunque parecía un fantasma por el ruedo, la parroquia necesitaba el triunfo. Y en su segundo de la tarde de nombre «Dulcero», un toro manso de El Pilar, el volcán de pasiones se ha vuelto a desbordar. Primero, cuando después de una serie de lances maravillosa, incluida una belmontina y una media de cartel, el toro le ha pegado un severo porrazo. Luego, cuando tras un traseteo intenso, culminado por una buena estocada, el público ha pedido con furia la segunda oreja. José Tomás ya no es un torero cualquiera. Sus partidarios son «hooligans» que sólo admiten la historia como secuencia de cada una de sus tardes. Una oreja auténtica y verdadera, y no más, que no ha contentado a todos los partidarios josetomasistas que querían sacarle por la puerta grande.

Todo lo que no es traición es plagio, como diría Eugenio D'ors. Y por ello el torero madrileño, tan mexicano que brindó a los médicos que le salvaron la vida en Aguascalientes su primer toro, persigue esa leyenda de los toreros machos.

Un torero joven llamado Arturo Saldívar que alternaba con el mito se los pasó muy cerca, en claro homenaje al héroe vivo. El toreo o el fulgor. José Tomás es historia.