Barcelona
La travesía del desierto por Toni Bolaño
Artur Mas empieza a ver las orejas al lobo. Ayer, en un foro de debate en Barcelona, imploró a la UE amplitud de miras y sentido común para analizar una posible independencia de Cataluña. La petición no es sólo retórica. Mas empieza a ser consciente que su aventura independentista puede acabar en tierra de nadie.
Bruselas ha ratificado las palabras de su presidente, Van Rompuy, «quién se separa, se queda fuera y marginado». La realidad es terca y el máximo responsable de la Unión Europea simplemente ha ratificado lo que su vicepresidenta, Viviane Reding, había dicho por escrito al Gobierno español. Por si fuera poco, el comisario Joaquín Almunia ha sido contundente al afirmar que quien se separe, primero sale fuera y luego negocia la entrada. Lo peor es que el comisario español ha cuantificado que hay 2.000 posibilidades de veto. Luego, Almunia ha entreabierto la puerta al añadir «también hay posibilidad de diálogo».
Ante tales afirmaciones comunitarias no es de extrañar que el presidente catalán pida árnica y admita en público que el ingreso de Cataluña en la UE no será «ni automático ni inmediato», y que, con los Tratados en la mano, Cataluña quedaría excluida. O sea, el tan cacareado «Cataluña, nuevo estado de Europa» que ha hecho suyo no es más que un eslogan electoral y una mera pantomima.
El candidato nacionalista reconoce a tres días de iniciarse la campaña electoral –con lo que ha caído un poco tarde– que su gran promesa es simplemente una farsa que nadie había comprobado en Europa. Nadie se había molestado en hablar con las instituciones europeas para saber el alcance de la propuesta secesionista. Y lo que es peor, sabiendo la incertidumbre de sus propuestas, Mas ha ocultado –aunque ayer lo reconoció tímidamente– que alcanzar la independencia incluye iniciar una dura y larga travesía del desierto.
Vamos que, hoy por hoy, Cataluña está en el paro europeo. Igual que los 646.306 catalanes inscritos en las oficinas del INEM. Artur Mas prometió hace dos años reducir el paro a la mitad. Su fracaso es evidente y clamoroso. No sólo no ha reducido el paro sino que los desempleados catalanes han aumentado en un 15% en dos años. Además, ya son 120.000 las familias catalanas que no perciben ningún ingreso. Para colmo, en su programa electoral vuelve a prometer que reducirá el paro a la mitad. ¡Ver para creer!.
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