Estados Unidos
Los puros del Rey
Después de su reciente operación, los médicos han aconsejado a Don Juan Carlos que deje de fumar. Adiós a los habanos, una de sus grandes pasiones, grandiosos cigarros que recibe de las mejores casas del mundo
Cuando está a gusto y no hay cámaras que le retraten, el Rey se enciende un puro como quien abre una pequeña puerta al placer. Un placer prohibido a partir de ahora. Los médicos le han aconsejado que no puede seguir con esa costumbre y, como buen fumador, el Rey va a tener que esconderse de las cámaras, lo que ha hecho siempre, y también de todos los que obedecen las órdenes de los doctores sin pensar en las consecuencias que, a veces, esos consejos tienen para la felicidad. «Yo creo que va a seguir fumando», dice un estanquero del centro de Madrid. «Todos dicen que no conviene fumar, pero la gente no sabe que es en el entorno de la medicina donde hay más fumadores». Es difícil escapar del olor de los puros. Si no te gusta sólo quieres salir corriendo en busca de aire. Si te gusta, dan ganas de masticarlo. El Rey es de los segundos. Disfruta fumando puros y las casas disfrutan regalándoselos. «Es un buen fumador y le hemos mandado puros», dice el dueño de Rey de Reyes, Augusto Reyes, y perdón por la redundancia: «Son especiales para Juan Carlos I. Se seleccionan diferentes tipos y variedades de hojas para mezclar varios elementos. Se meten en toneles de madera durante 60 días y una vez fermentados se elige al mejor torcedor». Son las ocho de la mañana en República Dominicana y Augusto Reyes continúa explicando cómo se eligieron los puros que les dieron al Rey en Montmeló hace años, cuando nació uno de sus nietos. «Se guarda el puro en madera de cedro y es cuando se logra el maridaje. Eso sucede cuando todos los elementos de las hojas se han unido de manera homogénea. Pueden estar ahí entre 4 meses o un año, según el sabor que quieras darle. Para el Rey los hacemos menos fuertes y de fácil combustión». La copa, café y puro están en el protocolo y la Casa Real cuenta con sumilleres propio para cuidar los puros que reciben.Son muchos los que reciben. Las grandes marcas de puros mandan presentes a las casas reales desde el siglo XIX, lo que se conocía como «regalía de tabaco». Eran los mejores, seleccionados, con la vitola (la anilla de papel) con la cara o la firma del destinatario. En tiempos sin medios de comunicación, que el monarca fumase uno de tus cigarros era el mejor modo de hacerse publicidad. La tradición, que venía de siglos antes con el polvo de tabaco, consistía en regalarlos los días de Navidad y el día de San Juan. También se hacían regalos a distintos administradores y a empleados en España de las empresas de tabaco. A los nuevos dueños extranjeros de las tabacaleras españolas no les ha sido fácil acostumbrarse a esa tradición convertida en norma.También se ha mantenido la norma con la Casa Real, aunque sin las limitaciones de fechas, y con otras instituciones. Cuando las marcas saben que los grandes personajes fuman, no dejan pasar la ocasión: «Son personas distinguidas y pueden apreciar el regalo. Es una forma que tenemos de hacerlos embajadores de nuestro producto. Es muy difícil regalar una caja de puros a quien no fuma. Como sucede con el vino, no saben apreciarlo», continúa Augusto Reyes. El estanquero Jesús Fernández-Montes es un coleccionista y tiene puros que recibió Franco, que no fumaba; de José María Aznar, cuando era el presidente del Gobierno y varios iguales a los que hasta ahora se fumaba el Rey, con sus iniciales o con el escudo en la vitola. Son tesoros, como los sellos para un coleccionista. «Los he buscado, los he pedido y los he encontrado», dice.
Ejemplo a seguirCuando un aristócrata fuma un puro, está dando publicidad a esa marca y puede que sea un gesto a imitar por todos aquellos que quieren parecerse a los poderosos. Los fabricantes han conseguido que quien fume uno de sus productos se sienta un hombre afortunado, con clase, que se está acercando al estilo de vida del Rey, por ejemplo. «Nosotros distinguimos entre dos tipos de fumadores: están los que fuman puros y los que fuman vitolas», cuenta un estanquero. O sea, están a los que les gusta fumar y a los que les gusta que les guste fumar, porque les hace sentirse importantes. En la revista «Cigars», que se edita en Estados Unidos, todos los anuncios que se leen son de Rolex, Ferraris y espectaculares chalés que muy pocos se pueden permitir. Tienen muy claro al público al que se dirigen. Un estanquero cuenta que se ha llegado a regalar una caja de puros de 15.000 euros. Por tanto, un Cohiba de los cuarenta que tiene la caja cuesta unos 375 euros. No por nada, las marcas de puros tienen nombres que evocan a una clase social elevada y sin excesivos problemas económicos: Rey de Reyes, Rey del Mundo, Coronas o Majestic.El puro es alto-standing, elegancia. Es nobleza y monarquía. Además de ser masculino. En una cava de puros, un día entre semana por la tarde entran hombres con chaqueta y aspecto de haberse quitado la corbata hace poco. El cansancio del trabajo es directamente proporcional a las ganas de fumar. El dueño de la tienda les saluda por su nombre, como clientes habituales, miembros de un club especial. «Fumar da estilo y crea una especie de comunión entre la gente que fuma –cuenta Pepe Martínez Franco, de la cava Magallanes–. Si alguien que va a pedir un crédito fuma puros, y el que se lo tiene que conceder también, estoy convencido de que ambos van a llegar a un acuerdo». Los hombres van a comprar puros como quien realiza una misión, un gesto que es casi sagrado. Ellos eligen y escogen lo que fuman. Que las decisiones trascendentales no se pueden delegar.En la misma tarde, ninguna mujer que entra en el estanco pide un puro, tampoco un joven ni nadie que lleve camisetas o zapatillas. Esos clientes, que no paran de llegar a la tienda y dan la idea de que todavía es un negocio lucrativo, piden bolis bic, mecheros pequeños y cigarrillos, eso sí, cajas y cajas. El cigarrillo es popular, lo fuma cualquiera. El cigarrillo es para el puro, dicen los que fuman lo segundo, lo que el calimocho en una cata de vinos. El puro es «una cultura, una forma de vivir», explica otro estanquero. Es un mundo especial.«En realidad fumar hoja liada, puros, lo hacían las clases bajas durante el siglo XVIII. Las clases altas fumaban tabaco en polvo. Pero los cigarrillos se hicieron populares, el tabaco en polvo se dejó de utilizar y el puro, en el siglo XIX, fue el placer de la nobleza. Se hacían puros portentosos, muy parecidos a los de ahora. Aunque cada vez se han ido mejorando más, sin cambiar el modelo», explica el historiador de tabaco José Manuel Gordillo. Pese a ser un producto que va ligado con la élite, ahora tiene que sobrevivir frente a una política que persigue fumar. Los estanqueros tienen prohibido mostrar tabaco en sus escaparates y pocos hablan bien de la ministra de Sanidad Trinidad Jiménez. Sienten la amenaza muy cercana: que después de la campaña contra los cigarrillos, los puro van a ser los siguientes. Tampoco ha ayudado las prohibición de los médicos al Rey acerca de fumar. En el mundo del puro, en cambio, se dice que el Rey ha salido del hospital, que está bien y todavía se espera que cuando les manden los puros, responda en carta como hacía antes: «Les haré los honores que se merecen».
✕
Accede a tu cuenta para comentar