Actualidad
Ideologías por Pedro Alberto Cruz
Un acontecimiento recién transcurrido y otro que está a la vuelta de una semana, pueden servir para que la irreflexión nos ponga de cara a las ideologías y podamos ver (siempre desde mi punto de vista y sin ánimo de convencer a nadie, pues eso sería traspasar el límite y deambular por el territorio ideológico) cómo la línea recta puede ser torcida y presentada sin rubor –igual que expertos geómetras- como si conservara su estado originario ante los ojos, atónitos o complacientes, del público.
El pasado, pese a todos los «peros» que se le puedan poner por las limitaciones propias de su tiempo, tiene que ver con el 200 aniversario de la Constitución de 1812 y con el artículo 2º (Título Primero, Capítulo Primero): «La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona». El enunciado es rotundo, claro que si quisiéramos actualizarlo se le debería añadir: «ni de ningún partido, creencia, sindicato o cualquier otra ideología». La Nación, o sea, todos lo ciudadanos porque sin ellos la nación no existe, no es patrimonio de los que siempre hablan en nombre de la «inmensa mayoría» –que debe ser muy «mayor» y muy inmensa para dar tanto de sí- y se arrogan la facultad de manejarla a su antojo, de imponerle sus supuestos ideológicos y de redimirla de la esclavitud a la que la tienen sometida los contrarios. Y en esto, nos vamos al futuro próximo. He incluido intencionadamente a los sindicatos (con los cuales corté mis relaciones tras las dos grandes huelgas que tuvimos en la enseñanza y en las que nos vendieron por unos cuantos liberados), porque ellos parecen ser la voz del pueblo, y cuando la alzan –huelga general- sólo proclaman la verdad –la suya- sin que nadie pueda oponerse a dicho absoluto, ya se encargan los piquetes, las coacciones y la ridícula guerra de cifras en acabar con el réprobo. Y que conste que no sé si la reforma laboral sirve para algo o no. Seguiremos.
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