Reino Unido
El fin de una era
Me encanta la frase, uno no se puede eternizar en lo mismo para siempre, los cambios son buenos: cambio de trabajo, cambio de ciudad, cambio de affaire sentimental, cambio de casa, cambio de look, cambio de vida, en una palabra, el fin de una era. Hay seres acomodaticios que se apoltronan en lo mismo durante toda su existencia, pero la emoción está en el cambio, en lo diferente, en la ausencia de monotonía, que esteriliza, que inmoviliza, que aburre. Y en política, que hasta ahí quería yo llegar, merced a la grandeza de la democracia, los ciudadanos tenemos la facultad de decidir una alternancia. En el Reino Unido la han ejercitado: adiós al laborismo, bienvenidos los «tories»; se acabó el bipartidismo, hace su aparición en escena Mr. Clegg, llave para una gobernabilidad, que tampoco aprueban los británicos, y que reprochan a los dos partidos de siempre. Y la pataleta de Brown, esperando a ver si pudiera él pactar y seguir gobernando, peor aún que hasta ahora, si cabe. El pueblo lo reprueba, sus votantes no lo querrían, el primer diputado laborista exige su dimisión y sólo admitirían que otro líder del partido ofreciera un acuerdo a los liberal demócratas; él, mientras tanto, esconde la cabeza y se va a Escocia sin dejar Downing Street esperando el milagro. Era una derrota cantada, y también necesaria. Los fines de era son, cuando menos, esperanzadores. Difícilmente, en este caso, se puede cambiar a peor. Ya lo veremos.
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