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El desconsuelo por Alfonso Ussía
Me lo confesaba un tanto atribulado, una buena persona y padre de familia numerosa. No entendía su caso. Su situación patrimonial y económica era envidiable, y nada les faltaba a los muchos hijos, todos ellos con carreras universitarias cumplidas o en proceso de licenciatura. En la casa se vivía muy bien, y nada faltaba. Echaba de menos a su mujer, fallecida en plena juventud, pero no quiso casarse de nuevo para no alterar el equilibrio anímico de sus hijos. Renunció a mucho por ellos. Y ellos, a las primeras de cambio, abandonaban la casa familiar y se instalaban por su cuenta. «Algo he tenido que hacer mal para que me suceda esto». Había que ser piadoso con su desolación, su desconsuelo. «Pues sí, algo has hecho mal con toda seguridad. Pero sin voluntad de hacerlo». Y se consolaba un poco, pero con un límite de consuelo muy inmediato.
Al leer que Toñi Santiago, la madre de la niña asesinada por la ETA en Santa Pola, la madre coraje que fulminó con su mirada y sus palabras a los terroristas que mataron a su hija, ha devuelto el carné del Partido Popular, he recordado al padre atribulado que «algo tuvo que hacer mal» para que todos sus hijos salieran en estampida de su casa. Se marchó descorazonada María San Gil, la mujer que reunió en su valentía todas las admiraciones, afectos y gratitudes habidos y por haber. Descolocaron a Jaime Mayor, y en su partido, con voz de susurro, fue duramente criticado por acertar sus vaticinios. Dejaron en la más absoluta soledad a personas admirables que se habían jugado su pellejo por la convivencia y la libertad en el País Vasco. Las víctimas del terrorismo, cuya dignidad se recuperó gracias a Aznar, a Mayor, a Acebes y a Rajoy –no lo olvidemos–, se han manifestado irritadas con los pasos titubeantes del PP en un Gobierno con mayoría absoluta. El ministro del Interior se equivocó de plano y en pleno cuando introdujo en sus declaraciones la trampa de la «solución política». Y ahora, Toñi Santiago, devuelve el carné del PP y señala como responsable de su cambio de actitud a Iñaki Oyarzábal, todopoderoso segundón «popular» en el País vasco, y al que muchos le dicen el «Eguiguren del Partido Popular». Que la madre de una niña asesinada por la ETA, que la mujer que ha sufrido lo indecible, que la militante en el partido político que acogió su tragedia y sus reivindicaciones, devuelva el carné, supera la anécdota para convertirse en un asunto profundamente grave.
Alguien, en las alturas de decisión del PP se tendrá que pensar si está siendo honesto y leal con sus firmes convicciones y antiguas y reiteradas promesas. Se pueden perdonar muchos fallos en la Política, pero nunca el de la traición. La traición a los valores y a los principios, la traición a los que han sufrido, la traición a los que han muerto o viven mutilados de cuerpo o alma, la traición a los que han creído en ellos, la traición a las familias rotas y desconsoladas. Eso no se puede perdonar. Y si hay alguien en el Partido Popular dispuesto a llevar a cabo ese rosario de traiciones asumiendo la cómoda mentira instalada en aquellas tierras,se tiene que marchar y dejar paso a los que siguen creyendo que la honestidad política, la paz y la libertad en el País Vasco sólo serán posibles si se levantan sobre el recuerdo de los que dieron su vida por el triunfo del Estado de Derecho. Y los terroristas, sus corifeos, sus muñecos de guiñol y sus cómplices aceptando la derrota como una realidad incuestionable.
Es cuestión de honor. De decencia. De obligación moral. Que una mujer como Toñi Santiago devuelva el carné del PP se me antoja de una gravedad demoledora.
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