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Un veto para no cambiar nada por Waltraud Schelkle

La Razón
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Los analistas están desconcertados sobre lo que el sorprendente y radical veto de Reino Unido en la cumbre europea puede representar. ¿El ministro del Tesoro, George Osborne, no había pedido a los miembros de la eurozona seguir la implacable integración monetaria y encontrar una unión fiscal? ¿Acaso la coalición liderada por David Cameron no predicaba exactamente las mismas recetas alemanas, es decir, la austeridad fiscal, como vía para superar la crisis y la recesión? Entonces, ¿por qué Cameron ha vetado un Tratado que habría consagrado exactamente esto?

Nadie sabe exactamente qué pidio Cameron a cambio para rubricar el pacto. Mi sospecha es que, incluso si le hubieran concedido sus peticiones iniciales, él las hubiera incrementado hasta que los demás jefes de estado le hubieran tenido que decir que decir «no». Sospecho esto porque la ruptura le beneficia políticamente. Si el pacto sigue adelante (que no es seguro), las negociaciones europeas no serán discutidas en el Parlamento de Londres. Por lo tanto, los diputados euroescépticos no tendrán una plataforma para poder pedir un referéndum. Un plebiscito supondría la ruptura de la coalición entre conservadores y liberaldemócratas. En este sentido, lo que ahora parece una victoria a corto plazo de los «tories» euroescépticos no ha sido más que una maniobra para tenerlos controlados.

¿Tendrá éxito?
El movimiento también le ha dado la oportunidad al Gobierno de salvaguardar los intereses de la City. Cameron puede presentar a su país, una vez más, como el más ardiente defensor de los intereses del sistema financiero. A cambio, puede esperar que los inversores no ataquen la emisión de bonos británicos y que las agencias de crédito no rebajen la puntuación de un país con bajo crecimiento (0,8% en 2011), una elevada deuda (84%) y un alto déficit (8,4%). España va mejor en cada una de estas medidas. Lo mismo ocurre con la zona euro en su conjunto.

Pero la pregunta es: ¿funcionará la estrategia de Cameron? Es posible que el veto sea contraproducente. Algunos gobiernos, sobre todo el de Francia, pueden seguir adelante con planes para crear un impuesto a las transacciones financieras o apoyar al Banco Central Europeo en su exigencia de que todos los grandes puntos de intercambio que tienen que ver con el euro deban estar ubicados en la zona del euro. En este sentido, puede que al Gobierno de Reino Unido le presenten las propuestas cuando ya estén demasiado desarrolladas en el Parlamento Europeo. En esta línea, lo que Cameron ha logrado para la City y la economía británica puede que haya quedado en un gesto simbólico.

Por otra parte, el Tratado no permite opciones de exclusión de la base de la legislación del mercado único, por lo que tampoco permite excluir a un miembro de la toma de decisiones sobre el mismo. Además, la Comisión, por su propio bien, está interesada en que no haya una Europa de dos velocidades y quiere tener a Reino Unido a bordo. Por eso ya le ha propuesto un papel de observador en todas las negociaciones sobre el pacto fiscal. Hay que tener también en cuenta que la posición en materia de regulación de la canciller Merkel es más cercana a la postura de Reino Unido que a la de Francia.

Para mí, el último escenario es el más probable. Irónicamente, Reino Unido y su sector financiero pueden estar protegidos exactamente igual por el Tratado y una Comisión que represente a los ciudadanos británicos en este contexto.

 

Waltraud Schelkle
Economista del Instituto Europeo de la London School
of Economics and Political Science (LSE)