Torneos
Las nuevas armas de Nadal
Rafa Nadal tiene mucho más que la cabeza mejor amueblada del circuito para leer los partidos. Al menos para leer aquellos en los que Djokovic no está al otro lado de la pista.
El serbio se juega hoy con Murray la otra plaza de finalista en Australia. La primera fue para Nadal, que se deshizo de Federer en un partido atípico. Ganó Rafa, como en 20 de sus 27 duelos directos, pero salvo en una decena de golpes geniales, el clásico no será especialmente recordado. Tuvo algo de frío, como si ambos estuvieran contenidos después de un discurrir plácido en el torneo hasta la llegada de la penúltima ronda. Y así se mostraron hasta el cuarto set, cuando Nadal olió su décimoquinta final de «Grand Slam», la segunda en Australia, y no dejó escapar a Federer.
El suizo pareció olvidar de salida la losa que significa la presencia de Nadal al otro lado de la red. Encadenó tres juegos seguidos, pero pronto volvió a sentirse mortal. No acusó el bloqueo que tantas veces le asalta ante Rafa. Los problemas tuvieron que ver simplemente con su tenis, no con su cabeza. Su primer servicio no fue especialmente dañino. La derecha se quedó innumerables veces en la red y su cuenta de errores no forzados –acabó con 63, un número que suele alcanzar en dos o incluso tres partidos– no dejó de aumentar hasta el último punto, cuando envió un revés al pasillo de dobles. Federer se llevó el primer set en el «tie-break» por los fallos de Nadal antes que por sus méritos.
Pero el Nadal de 2012 es diferente al de la pasada temporada, especialmente al de los últimos meses de 2011. Se ha empeñado en ser más agresivo, en meterse más dentro de la pista y acabar los puntos antes. Lo había mostrado en los cinco partidos anteriores y ante el ex número uno del mundo no dio un paso atrás. A diferencia de otras citas con el mismo rival, no se limitó a buscar su revés para desgastarle. Le atacó con insistencia y su servicio le auxilió siempre que lo necesitó. Se apuntó el segundo set sin demasiados problemas. El «break» decisivo llegó en el sexto juego después de dos «passings» imposibles. El parón de 10 minutos por los fuegos artificiales en Melbourne debido al Día Nacional de Australia desenchufó a Federer hasta la tercera manga. Ahí, las alternativas se prolongaron hasta el desempate. Nadal se encontró con cinco bolas de set, pero tuvo que esperar a la sexta. Fue el verdadero momento crítico. «Acusé los nervios», reconoció luego.
A esas alturas, el suizo ya acumulaba 50 errores no forzados, una barbaridad. Pero resistió. Salvó tres bolas de «break» antes de ceder el servicio, con otro error, en el noveno juego. Todavía quedaba un punto del Rafa de siempre. Salvó un golpe ganador con un globo imposible y a la segunda oportunidad se llevó el partido. «Estoy contento con la línea de juego que he mostrado en todo el torneo. Ha sido muy buena, de un jugador de tenis elevado. El año pasado, podía ir ganado partidos, pero la línea de tenis no era de un jugador de alto nivel. Ganaba porque soy quien soy, porque quizás ganar o perder no sólo va con los golpes, entran más cosas, pero ahora estoy ganando por tenis», confesó.
El atípico calendario de Australia permitirá a Rafa y a su rodilla derecha afrontar la final con más de 48 horas de descanso. Un lujo. Djokovic o Murray no tendrán ese privilegio.
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