Estreno
El ingenuo salvaje
Director: Miguel Arteta. Guión: Phil Johnston. Intérpretes: Ed Helms, John C. Reilly, Anne Heche, Isaiah Whitlock. EE UU, 2010. Duración: 87 minutos. Comedia.
¿Qué ocurre si desnudamos al héroe de Capra de su aura de hombre adicto a las causas justas? Lo que queda es el esqueleto de la bondad en estado puro, esa bondad a la que le cuesta encontrar un lugar en un mundo cruel. En realidad Tim Lippe (Ed Helms) parece haberse escapado de una de esas fábulas caprianas que querían animar el espíritu del pueblo americano en los años prebélicos, aunque el contexto en el que intenta sobrevivir –el de la América de las corporaciones de medio pelo– es completamente distinto. De ahí que «Convención en Cedar Rapids» no sea un melodrama sobre la integridad y la solidaridad sino una comedia humillante. La suya es una humillación benévola, en el sentido en que el humillado es el último que ríe, el que ríe mejor. Cuando Tim Lippe se sube al avión comunicándole a la azafata, con un punto de orgullo infantil, que es su primer viaje, o cuando desconfía del recepcionista de hotel que le pide su tarjeta de crédito, nos reímos tanto de su inocencia como de su incapacidad para admitir que está haciendo el ridículo.
La película maneja bien el modo en que nos relacionamos con el personaje, mezclando empatía con distancia irónica en la dosis perfecta. Se nota la mano de Alexander Payne y Jim Taylor, que aquí figuran como productores, en la construcción del personaje protagonista, el afecto con que observan las miserias ajenas en «Election» o «Entre copas». Tim Lippe tiene su particular coro griego, encarnado en tres agentes de seguros de variada estirpe, y se echa en falta que la película les preste un poco más de atención, sobre todo en lo que respecta al personaje de Anne Heche, al que la actriz le da un encanto fuera de lo común. Da la impresión que este «Cedar Rapids» acaba siendo víctima de su propia modestia, y que Miguel Arteta sólo tiene campo de visión para el despertar a la vida de su ingenuo salvaje.
Lo mejor:
que el protagonista se encuentre a sí mismo gracias al alcohol y al sexo sin amor
Lo peor:
que los personajes secundarios queden relegados a simples comparsas decorativos
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